La Rue Rivoli de París es una de las calles más representativas de París. Si uno empieza a recorrerla desde el comienzo de la rue Saint-Antoine puede contemplar la moderna Ópera Bastille situada cerca de donde estaba la célebre prisión cuyo asalto inauguró el mundo contemporáneo. Ese mundo contemporáneo de 1789 era muy diferente al actual, pero si uno camina en dirección hacia el Louvre puede ver la misma burguesía de las grandes marcas de moda ante las cuales en el número 59 se alza una rebelión. Esa rebelión es la de los artistas que en 1999 ocuparon aquel espacio en un acto que llevaba el arte hasta lo que Banksy ha esperado que fuera: un proceso de transformación. Desde entonces los artistas permanentes y residentes del colectivo Chez Robert Électron Libre no han dejado de crear, de llenar su fachada de discursos visuales para la ciudad y el mundo. En su interior más de medio centenar de artistas de diferentes partes del mundo conviven, crean, acogen a los que visitan sus talleres, acuden a los conciertos y exposiciones que se organizan y sobre todo llevan el arte hacia el punto más importante: la conexión entre los creadores y el público. Estuvimos con Vic Oh (@ohvicoh y vic-oh.com) y Paul Navas, una mexicana y un parisino nacido colombiano y con una infancia en Villanueva de la Cañada, quienes nos abrieron su espacio de trabajo, su tiempo y nos brindaron la oportunidad de conocer al colectivo.

Llama la atención el sitio donde trabajáis, lo particular de este lugar. ¿Qué es exactamente este sitio?

Vic Oh (V): Este sitio abrió en 1999, antes era un squart y desde hace 6 años más o menos fue comprado por el ayuntamiento de París, es decir, se ha convertido en un lugar legal y abierto al público. Ahora somos 30 artistas, más o menos, que vienen del mundo entero, que vienen a trabajar. Son nuestros talleres y le proponemos al público que pueda ver justamente artistas vivos con obras vivas. Los artistas vienen de todos lados, son residencias que tenemos de 3 a 6 meses. Quince son de 3 a 6 y el resto llevan varios años. Todos pagamos una pequeña cotización mensual para poder trabajar aquí.

¿Cómo llegáis aquí?

Paul (P): Yo porque Vic Oh me introdujo (risas)

V: Yo postulé aquí porque había trabajado con unos artistas hace unos años y habíamos hecho una exposición en el espacio de aquí abajo, una galería sobre dos pisos que tiene exposiciones cada quince días que van girando, conciertos gratis todos los fines de semana… Yo había expuesto ahí con otros artistas y así conocí el lugar. Cuando me metí a la práctica artística fue uno de los lugares que más me tentaba descubrir porque es bastante mágico la primera vez que vienes aquí y las cien que vienes después igual. Así acabé aquí. Tienes que mandar tu proyecto, tu portafolio, muchas cosas para presentar un archivo completo y así te seleccionan.

¿Es casualidad que el espacio sea ocupado? El sitio en sí, ¿es azar o entendéis que ocupar un espacio que sea colectivo, que sea todos juntos, varios artistas, tiene un significado para vosotros?

V: Sí, es el espíritu de comunidad artística que hoy por hoy todos los artistas no lo tienen fácil. Emprender una carrera artística no es fácil y es una bella forma de estar creando una comunidad que se va esparciendo por el mundo entero porque vienen de todos lados. Es la importancia de la comunidad y del poder presentar un arte de forma más democrática y abierta para todo el público en cualquier momento.

Piensas entonces que el arte se está elitizando porque le es difícil acceder a la gente pobre.

V: Lo bueno de este lugar es que como estamos en medio de una calle súper transitada (Rue Rivoli) mucha gente viene por sorpresa. Aunque sean parisinos que llevan 20 años viviendo aquí no saben que pueden entrar de forma gratis, que es una de sus particularidades. Funcionamos con donaciones, tenemos público de 5 a 80 años que viene a visitarnos, vernos…

P: A veces hasta una gallina (risas). Esto está muy abierto a todo el mundo. A gente que no está acostumbrada a visitar lugares de arte “institucionales” aquí si puede venir y darse cuenta lo que es la profesión de artista, cómo vivimos, cómo trabajamos. Ser aquí también un joven artista, si estás aislado puedes trabajar, mejorar tu estilo, pero no tiene nada que ver con estar aquí con otros artistas que llevan más tiempo que tú trabajando.

Hay un sentido de legado.

P: Exacto, hay un sentimiento de transmisión. En cualquier oficio que hagas que haya mayores que te permitan ver cómo se vive siendo artista, cómo se vive esta profesión. Eso aquí lo puedes aprender  mejor que en sitios más puntuales. Es un estilo de vida.

¿Podéis vivir siendo artistas?

V: Depende de los meses. Hay meses que funciona rebien y otros… Para mí es un elevador emocional este trabajo. Hay tanta pasión dentro que a fin de cuentas, aunque acabes comiendo pasta un mes, ni modo lo estás pasando tan bonito… Yo particularmente siento que es lo que puede hacerle feliz a la gente y puede hacerme feliz y si como pasta un mes, comeré pasta un mes.

Una de las cosas que llama la atención de lo que decís es el hecho de comunidad. Hoy que el arte se ha convertido, prácticamente desde comienzos del siglo XX, en algo tan individualista como sucedía con Picasso, Dalí, Warhol… Se ha perdido un poco el sentimiento de comunidad que sí había existido antes.

P: Eso tal vez en la apariencia de las cosas. La profesión siempre ha sido así. Eso es porque la gente tiene una relación con el arte de ver la superficie, como con otras cosas, de ver lo que se anuncia, lo que se promociona. No ve todos los artistas muertos de hambre que trabajan con virtud y con valor porque les toca trabajar, que son artistas porque es lo que nos ha tocado. Ahí sí encuentras la comunidad, la solidaridad. No en la superficie individualista y comercial del circuito establecido de las galerías “pedorras”. Eso, a veces, puede verlo lo gente.

V: Y, sin embargo, aquí es en plan comunidad. Es muy familiar el aspecto, en general, pero aun así cada uno tiene su taller y hay, no un egoísmo, pero estamos metidos en nuestro mundo. Cuando queremos estar ahí podemos no hablar con el público, con los artistas, y estar metidos. Es un poco 50%. La comunidad es parte esencial, del corazón de este lugar, y la otra mitad que es puramente de tu mundo.

P: Es egoísta pero siendo consciente de tu interioridad y tu especificidad. No se trata de que la comunidad haga que seamos todos la misma persona. Somos una congregación, una suma de muy distintas formas.

¿Cuál es el futuro? ¿Aspiráis a seguir manteniendo y hacer crecer esta comunidad o hay un momento en el que decís “bueno, si una gran galería viene y acabo exponiendo con ellos bienvenido sea”?

P: ¿Quién sabe? A mí este lugar me parece importante.

V: Es necesario para que el arte no sea puesto en un pedestal y sea inaccesible. Para mí éste es el futuro. En el 99 cuando agarraron este lugar era ilegal, era un antiguo banco deshabitado. Los artistas crearon algo magnífico de eso y de ahí vinieron todos los squads de arte que están naciendo en todos lados: volver a apropiarse de los espacios que son públicos, que nos pertenecen y no nos permiten tener. Es el futuro, así es como debería de ser, proponer otros espacios porque está tan saturado todo el mercado del arte ahorita que a las galerías no les gusta venir a este tipo de lugares. Hacemos venta directa a precio de taller porque no les interesa y sabemos que podemos ser muy independientes y no los necesitamos especialmente. Eso es lo que hace que las galerías no buscan particularmente cosas en este tipo de lugares. Es más de conexión y conocer a la gente, los clientes, la gente apasionada por el arte.

P: Ahora, si una galería viene y quiere vender cosas de aquí a mayor precio a sus clientes más caros, pues por qué no. Eso no contradice la existencia de este lugar. La importancia de este lugar es un aspecto social muy importante: que los artistas sean parte de la ciudad, parte de lo que la gente conoce, que nos pueda hablar y darse cuenta que es una profesión como cualquier otra. Y aquí hay contacto, siendo artista eres considerado un miembro productivo de la sociedad, algo que fuera de aquí no existe. Es un contacto entre la gente y la gente que se dedica a pintar, a crear. Es insertar el arte en un contexto de comunidad mayor que simplemente aquí.

En cuanto a vuestros orígenes, tú Vico eres de México DF y tú Paul eres medio colombiano, medio de Villanueva de la Cañada y llegaste de pequeño a Francia…

P: Yo cuando vi este sitio con diez años, viniendo de un pueblo pequeñito, recuerdo haber visto esta fachada que era muy distinta entonces con unas caras, recuerdo haber pensado “Este sitio mola”. Siempre me hace gracia pensar que 18 años más tarde iba a trabajar aquí, iba a tener las llaves, a pintar y a fumar hasta las cinco de la mañana (risas).

Quizá una de las cosas que le pasa a París que tiene tanta potencia monumental que al visitante eventual, al que viene de turista, le cuesta quizá mucho entrar en un sitio así.

P: Pero también hay muchas fotos en Instagram, esto de las redes sociales hace una publicidad que mucha gente viene sabiendo que fulano o fulana ya ha venido. Eso también facilita el hecho de que la gente se atreva a meterse.

Eso os quería preguntar, como artistas jóvenes, ¿es importante las redes para el artista contemporáneo?

P: Mucha pereza.

V: Para mí básico.

P: Esta mujer es la hostia en las redes.

(risas)

V: Para mí sí es esencial. Sobre todo porque somos artistas jóvenes. Cuando quieres tocar un público joven ellos no van a verlas si no están en las redes. Cuando propones muchas producciones diferentes puedes ver qué tipo de público estás tocando, saber cuántos años tienen, a qué hora miran. Son puros detallitos pero a fin de cuentas a mí me han hecho una gran parte de mi negocio. Este lugar ha sido el 90% pero las redes el resto. Encargos por mail, internet, Instagram, Facebook…

P: A mí me da una pereza tremenda.

V: Bueno, pero tiene dos fotos en Instagram y están bien bonitas… (risas)

P: A veces la gente me escribe por Instagram, o me escribe para ver si subo una tercera o una cuarta… yo creo que para 2020.

V: ¡Qué ambicioso! (Risas)

P: Me da mucha pereza, me quita mucha energía. Sé que tengo que hacerlo, porque sé que profesionalmente es una necesidad. Si no hubiera que comer, Instagram ni lo usaba. Pero hay que comer.

V: Sí que es verdad que te acaba cogiendo bastante tiempo de tu producción pero es bastante bueno tener esta herramienta. Te come un tiempo de producción fenomenal y a fin de cuentas cuando eres artista lo que quieres es estar pintando.

Hace poco decía Scott Timberg en EEUU que en el mundo actual el artista se le ha dicho mucho aquello de que “se tiene que vender”. ¿No es también es parte de la falacia capitalista de ser un “emprendedor”?

V: Sí, la cosa es que también en las redes sociales, aunque hay varias escuelas, al final no solo vendes tu trabajo, vendes tu mundo. Es interesante ver lo que le das a las redes porque no solo enseñas una pieza en la que estás trabajando, enseñas los colores que estás usando, el lugar donde estás pintando.

P: Es una forma digital de lo que se vive aquí. Solo que aquí es lo auténtico.

V: Por eso este sitio es mágico. La gente entra y dice ¿Qué es este lugar? Nadie se lo cree y entran por sorpresa.

P: Sobre todo porque está en la calle de Zara, de H&M, y está aquí este bicho.

Timberg dice de hecho que se ha matado la clase media artística en la medida en la que cada vez cuesta más trabajo ser artista y vivir cómodamente. ¿Eso tiene una intención política al intentar matar la clase crítica con el sistema?

V: Sí, por eso estos lugares son básicos, esenciales para que cuando tienes 18 años y piensas que quieres ser artista creas que es imposible. Yo no estudié arte, soy autodidacta y llevo dos años pintando. Este lugar me dio la propulsión que necesitaba para crear. De no haber tenido un lugar así me habría dicho que era imposible porque tengo que entrar en galerías, y nunca voy a poder, no tengo los diplomas, la educación para eso.

P: Para el circuito. Esto está fuera del circuito y eso es el interés que tiene. De hecho se llamó Chez Robert Électron Libre (electrón libre), por la zapatería que estaba abajo cuando se ocupó el edificio. Tienes mucha razón con esto del individualismo mercantil y comercial, esto de ser emprendedor. Estamos con una falta grave de galeristas no pedorros. Los hay pero son muy pocos. Si es galerista pedorro y tiene que comer claro, y sus clientes buscan ese “cool art” que buscan que valga dinero, que sea inversión, es un circuito que funciona de su propia forma y no se le puede reprochar a ese galerista que quiera pagar sus facturas. Pero claro, ¿dónde están los galeristas de pequeño alcance, de proximidad, para cualquiera y no para gente rica que hace su inversión? Galeristas para cualquiera que quiera poner algo en su casa, no para inversiones futuras.

V: Galeristas no para los que quieren ver cuántos impuestos paga de menos. El público es frío para comprar a artistas jóvenes. Al público le gusta pensar que cuando está comprando una obra está comprando un patrimonio, una herencia y los artistas jóvenes necesitan empezar y es complicado.

P: Esa mentalidad inversionista para nosotros es contraproducente. Eso nos toca a todos nosotros, luchar contra ello. Sólo con discutir, acoger a la gente bien, con tener un contacto bueno entre artistas y público, es lo que hacemos cada día para que el arte no se esclerotice en el circuito inversionista. Éste es un circuito creacionista.

¿Cómo es vuestro arte en concreto, cómo lo hacéis?

P: Hago lo que hago porque es lo que más me gusta hacer, porque el acto de pintar, hablo por mí y no voy a generalizar sobre otros artistas. Cuando pinto es lo que más me gusta hacer. Pongo música, lo paso bien, bailo, pinto. Mi forma de pintar es aleatoria, tengo un proceso que me permite generar imágenes fortuitas. Pinto mucho y selecciono las que de verdad me interesan arbitrariamente, a mi gusto. Me gusta lo fortuito porque me gusta una piedrita que encuentras en el camino y es preciosa, y no puedo hacer nada más bonito que eso. El sentimiento de encontrar algo precioso es una bendición. Estás en la calle y ves un muro rojo, se abre un placer estético fortuito en ese muro con una puerta verde y nadie se ha fijado pero tú sí. Eso es lo que busco yo.

La belleza en la cotidianeidad.

P: Exacto, por eso tengo esos objetos pequeñitos, abandonados por la cotidianeidad. Eso es bueno para mí porque me aleja de la tentación del auterism, necesito algo inmediato de azar. Me gusta más el placer de encontrar porque el sentimiento es distinto cuando hago algo fortuito y sale muy bonito sin hacerlo a propósito, la sensación es de recibir un regalo. Como no soy paciente, si paso una semana haciendo algo, aunque me salga bien al final, es un sentimiento muy agradable porque es una recompensa a mi esfuerzo pero me gusta más el sentimiento del regalo.

¿Y en tu caso Vic Oh?

V: Yo empiezo de la misma forma, lo hago porque es lo que más me gusta hacer y todavía es muy reciente mi producción, estoy aprendiendo todo el tiempo. Pero me he dado cuenta que este camino que emprendí es el único en el que siento que mi felicidad se reporta igual en nosotros. Mi trabajo es bastante espiritual, lleno de simbolismo, de mucho empoderamiento femenino, de juntar lo cósmico con lo terrenal, el microcosmos con el macrocosmos, me gusta mezclar magia y el resultado final es básicamente traer felicidad y luz a la gente. Lo que quiero es que a la gente le toque mi trabajo, que le puede traer algo positivo, que hay algo de magia que lo hace más feliz y seguro.

No aspiro a llenar a la gente con el arte, con mi arte, pero sí hacer símbolos a la gente. Hago símbolos para tatuajes. Pido cinco palabras, una playlist para que una persona me dé unas ideas y yo a partir de ahí creo una simbología de fuerza que le pueda traer luz. Esas interacciones humanas son las más interesantes porque realmente siento que trabajo para alguien haciendo lo que a mí me gusta. Como siento que todo el poder que tenemos es muy interior, que somos dioses y diosas adentro, es una bonita forma de tratar de ayudar a todos a encontrar nuestra ruta. No es que yo sepa qué ruta, que todavía soy muy joven para saber las rutas por las que voy a pasar, pero la idea es encontrar una buena fuente de inspiración.

Ahorita estoy en mi época de “mujeres”, creo que es importante. Uso mucha simbología de América Latina, yo crecí en México DF, y uso mucha simbología mexicana. Pero uso símbolos de todo el mundo porque creo que podemos usar símbolos diferentes para crear una Torre de Babel que no se caiga y nos podamos entender con los símbolos. Una serpiente se interpreta de forma diferente de un sitio a otro y la idea es proporcionar una simbología universal.

Belén Martínez (@belenlynx)

Aarón Reyes (@tyndaro)