El guitarrista murió a finales del pasado mes de febrero. Con él se va un referente del flamenco universal
Paco de Lucía se ha marchado sin hacer ruido. Por lo bajo, discreto, pero a la vez a lo grande. No cabe duda de que con él se ha perdido un referente del flamenco universal. La guitarra se ha quedado huérfana y eso se ha notado nada más correrse como la pólvora la noticia de que el algecireño había muerto a los 66 años en México, un país muy querido por él. Como muestra la suspensión del concierto de Tomatito en el Festival de Jerez (que concluye hoy) tras conocer la noticia. Demasiados recuerdos para dar unos acordes. Un particular tributo a un genio.
De Lucía tenía un carácter que describía perfectamente a las personas de Algeciras. En la provincia de Cádiz se conoce a los algecireños como los especiales. No se trata de nada ofensivo, aunque todo depende del tono en el que te lo digan, igual que sí te dicen un ‘señorito’ a boca llena para referirse a alguien de Jerez o a un ‘miarma’ cuando hablamos de un sevillano. Lo cierto es que los especiales son serios pero acogedores. Señores cuando deben serlo y muy suyos para sus cosas. Que conste que es una observación personal, pero generalizada para aquellos que de alguna manera hemos pasado por el Campo de Gibraltar.
Pero ese ser muy suyo para sus cosas es positivo cuando eso se transforma en un sello personal y característico y sobre todo en un gran trabajo que lo ha encumbrado hasta la inmortalidad en el mundo del flamenco. No es de extrañar que en su último viaje (México, Madrid y Algeciras) le hayan rendido tributo artistas, autoridades y sobre todo, la gente de su pueblo, de su adorada Algeciras que tiempo ha le dedicó hasta una rotonda frente al puerto marítimo, un lugar privilegiado donde los haya que da la bienvenida al visitante en esta zona de la ciudad y aquellos que llegan desde la otra orilla a uno de los puertos principales de Europa.
De Lucía ha tenido una manera particular de entender el flamenco y sobre todo a su amante, la guitarra. Se ha ido dejando un trabajo a medio hacer, un homenaje a la copla que iba a salir el mes que viene, según lo previsto. No obstante, veintinueve discos en su haber son el aval más importante y una herencia que va a servir de guía para todo aquel que quiera saber y conocer algo del flamenco y de la guitarra en particular.
Un antes y un después, originalidad y maestría en las seis cuerdas como en Entre dos aguas es su obra más conocida y capaz de emocionar al más pintado. No me creo que haya ser humano (aunque un último estudio científico dice que el 5% de los humanos no siente la música) que no se deje llevar por su son tanto en el rasgar de guitarra clásica como con algunos arreglos psicodélicos que suenan a los 80. Su mérito, quizá, el unir el flamenco con otras músicas y así tender puentes y relanzar el flamenco de raíz, renovarlo y dignificarlo. Pero más allá de esa guitarra Paco de Lucía era además Francisco Sánchez Gómez, un ser al que le gustaba estar en la playa del Rinconcillo de Algeciras, ver el Peñón y su hatting (sombrero que forman en él las nubes), respirar el Mediterráneo y tomar un plato de cuchara, sus favoritos, como él mismo señalaba en su página web oficial. Amante de las pelis de Willy Wilder o de la trilogía Blanco, azul y rojo de Kieslowski, consideraba a Camarón como “el mayor genio que he conocido” y eso que una polémica por los derechos de autor con algunas de las piezas a las que dieron vida trajeron a De Lucía quebraderos de cabeza, sufrimiento y depresión cuando se vio acusado injustamente por la propia familia del de La Isla. Quizá por eso el algecireño decidió conocer mundo y eso le hacía sentirse más libre. Más libre a la hora de disfrutar de las cosas de la vida y de su arte, un arte en el que ha dejado una impronta genial e inimitable, única, diferente, llena de maestría y de sensibilidad. No es de extrañar que músicos como Keith Richards, dijese de él que “solo hay dos o tres guitarristas que se puedan considerar leyenda. Y por encima de todos ellos está Paco de Lucía”. Y cuando eso lo dice un componente de los Rolling Stones, hay que quitarse el sombrero ante Sus Satánicas Majestades.
Unos dicen de Paco de Lucía que era serio, otro que callado pero que también sabía reír. Incluso llegó a decir que de tanto a leer a Ortega y Gasset perdió el sentido del humor de tanto analizar todo. Su familia, de artistas, continuará en su hermano Pepe y en su sobrina Malú, que ha sabido mamar desde pequeña esa manera de entender el flamenco aunque lo suyo sea más el pop. Ahí está parte de su legado, el carnal. Luego están sus obras, una forma de hacer música que lo ha consagrado por derecho propio como un flamenco universal.
Noemí González
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