Hace unos meses un espídico Mick Jagger decía al enfervorecido público habanero que los tiempos estaban cambiando en Cuba. El frenético cantante de los Rolling no pudo acertar más de pleno: acaba de morir Fidel, el Comandante, el hombre que ha sido sinónimo de Cuba durante casi sesenta años.

EL BILLETE DE 10 DÓLARES

Pero quién fue Fidel antes de Fidel es algo que queda más allá de las barbas y los puros habanos.

Nació en Mayarí, un municipio del Oriente cubano, la parte más depauperada de la isla, donde unos 20 años antes los mambises se enfrentaban al ejército español en plena manigua[1].

Él y su hermano Raúl  fueron dos chiquillos agrestes que recibían insultos de los otros niños porque sus padres no estaban casados legalmente. A pesar de ello, la familia vivía en una cómoda situación económica para la época, lo que permitió a Fidel estudiar en buenos colegios, donde destacó por su inteligencia y habilidad para los deportes.

El joven estudiante  incluso se atrevió a escribir una carta a Franklin D. Roosevelt en 1940, pidiéndole un billete de 10 dólares. A cambio manifestaba al presidente que en Mayarí existían las minas de hierro más grandes del mundo, con las que se podían construir muchos barcos de guerra.

EL ESTUDIANTE COMPROMETIDO

En sus tiempos universitarios Fidel se comprometió en política, aunque su proyecto inicial era conseguir una beca con la que acabar estudiando en Europa o EE.UU.

En aquellos años juveniles, Fidel se comprometió en política, participando en el movimiento estudiantil y ocupando diversos cargos en la delegación de estudiantes, lo que le acarreó problemas con las candidaturas oficiales presentadas por el gobierno y por la dirección universitaria.

A tanto llegó su compromiso que contactó con un grupo cubano que preparaba una operación para ayudar a derrocar al dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo: la operación fue un fracaso y Fidel hubo de salvarse a nado tras un fallido desembarco en la vecina isla.

No obstante Fidel siguió en política y presentó una candidatura en las elecciones que Carlos Prío Socarrás, dirigente izquierdista cubano, ganó. Sin tiempo para más, un sargento mulato del Ejército cubano, Fulgencio Batista, dio un golpe de Estado con la aquiescencia de EE.UU. y anuló las elecciones, autonombrándose “Sargento General” y estableciéndose como dictador en Cuba. Fue el momento de la Cuba de los años 50, convertida en el salón de juego y el burdel trasero de EE.UU. con pingües beneficios para los mafiosos de todo tipo y condición que se instalaron en la isla con el sano propósito de hacer negocio.

Sin embargo, los críticos con la dictadura de Batista se organizaron  y no tardaron en actuar frente a un régimen cada vez más corrompido.

Por estas fechas, Fidel protagonizó el asalto al cuartel de Moncada (1953), dirigiendo a un comando del Movimiento 26 de Julio, asalto que se saldó con un fracaso y su posterior juicio.

fidel castro enrique meneses

MÉXICO Y EL GRANMA

Aprovechando una amnistía del gobierno de Batista, Fidel y una serie de correligionarios acabaron exiliados en México, donde prepararon u nuevo asalto al poder contra el régimen cubano. Allí contarían con la colaboración del controvertido Alberto Bayo[2], capitán de navío republicano en la Guerra Civil española y que actuó como instructor del grupo y consejero.

En 1956 volverían a Cuba a bordo de un destartalado barco, el Granma. Los 82 cubanos exiliados, acompañados del notorio Ernesto Che Guevara darían inicio a la campaña guerrillera que desde Sierra Maestra iría ocupando los territorios cubanos hasta alcanzar la capital y poner en fuga al dictador Batista el 1 de enero de 1959.

En aquellos duros años de guerra sucia en la manigua frente a un desmoralizado ejército, presa de la corrupción más extrema, la figura de Fidel Castro iría sobresaliendo por encima de los otros “comandantes” revolucionarios.

Cuando los “barbudos” al mando de Fidel entraron en La Habana, sin saberlo, la Cuba de los casinos y las alegres luces multicolores, el patio de lujuria de EE.UU. había cambiado de dueño.

LOS LARGOS AÑOS DE FIDEL

Una vez el Movimiento 26 de julio triunfó y tras el breve gobierno de Oswaldo Dorticós, un civil, Castro logró el control de “su” revolución, se adhirió públicamente al comunismo y se convirtió en la figura revolucionaria más importante de América Latina, tras las oportunas muertes de sus compañeros Che Guevara y Camilo Cienfuegos.

Pero no todo sería un camino de rosas. EE.UU., temerosos de tener a un aliado soviético cerca de sus costas, plantearon varios intentos de derrocarle o asesinarlo, como el fiasco de Bahía Cochinos, muestra de lo que fue Kennedy como presidente, numerosos intentos de asesinato y finalmente, el bloqueo económico instaurado desde los 60. Los mismos que abandonaron a Batista porque preferían tener a un nacionalista blanco en el poder en lugar de un dictador mulato intentaron ahora deshacerse, inútilmente, de él.

La razón fue que empezó a nacionalizar por decreto bienes de empresas norteamericanas, muchas de ellas pertenecientes a la mafia[3] (casinos, hoteles, burdeles de lujo…) que movió sus hilos cerca de la presidencia norteamericana.

Más aún, se convertiría con el tiempo en un verdadero quebradero de cabeza, como quedó demostrado en la Crisis de los Misiles, que estuvo a punto de provocar una guerra nuclear entre la URSS y EE.UU que hubiese sido capaz de eliminar la vida humana en el planeta tal y como la conocemos.

Desde entonces, la pequeña Cuba, ahogada por el bloqueo y con el orgullo nacional como bandera mucho más que el comunismo, sería vista como una amenaza por el poderoso vecino norteño que contribuyó al fortalecimiento de Fidel Castro al frente de Cuba, pese a la continuada pérdida de población empujada por el bloqueo económico a lanzarse al mar como “balseros”: traidores para los cubanos de Cuba e incómodos para los norteamericanos, medraron en Florida pese a las dificultades.

Con el tiempo, pese a todas las dificultades, Fidel, secundado por su hermano Raúl, cimentó su poder y llegó a convertirse en un símbolo por sí mismo, conocido en todo el globo y sin dejar indiferente a nadie.

Su figura rotunda, de gran estatura, su oratoria revolucionaria de la Guerra Fría y su estética[4] (barba, uniforme, gorra y hasta los 70, cuando se quitó del tabaco, puro habano) llenaron varias décadas de relaciones internacionales y políticas no siempre regidas por la lógica: recibió visitas papales y mantuvo una correcta relación con Franco, que gallego como él, se saltó el bloqueo impuesto por los norteamericanos y mantuvo relaciones comerciales con Cuba durante todo su mandato.

Escudado en el bloqueo económico , Fidel resistió décadas de miseria para Cuba, protegido por una URSS cada vez más anquilosada, el comercio azucarero, otrora patrimonio de la nobleza criolla y la evangélica figura de Che Guevara, elevado, cual José Antonio, a mártir de su patria de adopción.

Si las privaciones fueron comunes durante el castrismo y su organización comunista de la economía cubana, las realizaciones en política externa fueron, al menos, sorprendentes: Cuba envió soldados en apoyo de los independentistas africanos de Angola, en plena guerra colonial con Portugal. Allí estuvieron presentes hasta fechas recientes.

Otro tanto ocurrió en la isla de Granada, en apoyo de un gobierno filocomunista. Finalmente Ronald Reagan, presidente de EE.UU. acabó invadiendo la isla a principios de los 80 para solucionar por las bravas una crisis con rehenes norteamericanos de por medio.

También el mundo cultural se mantuvo en unos estándares adecuados, sobre todo en lo referente a educación y artes escénicas, con un especial protagonismo del cine y la danza (con figuras de primer nivel como Alicia Alonso).

Por lo demás, la sociedad cubana siguió articulada como en los tiempos de Batista o incluso de la colonia: una masa de campesinos depauperados, junto a unas islas de población urbana también en difícil situación económica. Por encima una élite social, vinculada al Movimiento, sin contar a los ya mencionados “disidentes”, que a nuestro parecer, emigran más por necesidad de sustento que por verdaderas convicciones políticas.

fidel castro enrique meneses

FIDEL EL PERSONAJE

Con el tiempo Fidel Castro se convirtió en un personaje bien conocido del gran público en todo el mundo. Su anacrónica apariencia de uniforme y su retórica florida, así como el exótico y simpático acento cubano hicieron de él, a su pesar, o no, todo un icono para el cine y la televisión, abundando en la parodia y en su vis cómica.

Muy interesantes fueron las entrevistas concedidas a TVE y el documental rodado por Oliver Stone la pasada década, donde se pudo ver a un Fidel más cercano aunque pretendidamente naïf.Por otro lado fue Fidel un maestro de la propaganda y de la puesta en escena, manejando muy bien sus intervenciones en los medios: llegó incluso a alabar públicamente la figura de Juan Carlos I durante una cumbre iberoamericana.

Sin embrago el paso del tiempo dieron lugar a una imagen algo más kitsch, agravada por el cambio de rumbo de la política internaciona, donde Cuba estaba ya a niveles de país paria en pleno mundo globalizado. Los jóvenes cubanos, deseosos de smartphones y de envenenarse comiendo bazofia en los McDonalds como sus compatriotas del exilio ya no querían tragar más retórica de la Guerra Fría.

Fue entonces cuando aparecieron los tan parodiados discursos de 12 horas en los aniversarios revolucionarios, sus comparecencias en chándal y otros gestos para el olvido.

En sus últimos años de retiro, con una salud empobrecida, el auge del chavismo en Venezuela le convirtió en una especie de patriarca revolucionario que manifestaba su adhesión a la revolución venezolana, cuando por espíritu Bolívar, Chávez y Castro eran totalmente diferentes.

En cuanto a su vida personal, Castro, como buen hombre cubano, siguió la tradición de mantener varias familias, una oficial y otra oficiosa: se casó dos veces ante la ley, lo que no le impidió tener dos parejas extraconyugales.

LA OSCURIDAD DE CASTRO

Todo dirigente de masas tiene un lado oscuro por muy mesiánico que pueda parecer. En el caso de Fidel, su presunta implicación en la “desaparición”[5] de otros competidores por el cariño del pueblo cubano como fueron Cienfuegos y Che Guevara, hipótesis que surgieron en su día, y el hecho de ser uno de los hombres con una fortuna personal más grande del continente americano mientras declamaba soflamas sobre igualdad social, ensombrecen la gigantesca (literalmente) figura del revolucionario barbudo.

Quizá se nos escape que Fidel fue uno de los últimos caudillos de la América Latina: hombres que aupados en el clamor popular y la fuerza de las armas ocupan el poder, usando el traje de una pretendida ideología “revolucionaria”.

BALANCE

Castristas o no, lo cierto es que con Fidel Castro se va un gran pedazo de la historia mundial de los últimos 60 años.

Símbolo más que hombre, para bien o para mal, personificó a las pequeñas naciones en vías de desarrollo en desafío constante a los poderosos y también a un subversivo peligroso, a una presencia casi “divina” como dijo de su compañero el “Che” la canción de Carlos Puebla.

Para el recuerdo, como no puede ser de otra forma, su magnetismo indudable y su personalidad generadora de odios y adhesiones inquebrantables, sus vacilaciones, contradicciones, aciertos y errores.

Como historiador entiendo que la Historia es sujeto de interpretaciones subjetivas, producto de una experiencia personal, de ahí las pasiones levantadas en torno a figuras controvertidas como la del comandante Castro.

Lo que no debe ponerse nunca en duda es que estamos hablando de un personaje histórico de gran talla y calado, personal e institucional. Por eso es justo despedirle en su último viaje.

¡Hasta siempre, Comandante!

Ricardo Rodríguez

[1] Jungla cubana

[2] Hispano cubano, acabó siendo general del Ejército cubano tras la Revolución.

[3] Con la muerte de Fidel, el desembarco norteamericano es más que evidente, aunque el factor Trump puede hacer inestable la operación

[4] Algunos revolucionarios de otros países, como Edén Pastora, llegaron a copiarla

[5] Huber Matos, comandante revolucionario acusado de anticomunista, incriminó toda su vida a Castro en la desaparición de Camilo Cienfuegos, el líder más popular de los “barbudos”. La polémica fue grande, ya que Matos, huido a Miami, fue acusado a su vez de oportunista.