Cuentos para sacar una sonrisa – Noemí González

Un personaje al que le ocurre de todo, bueno y malo en poco más de cien páginas: hacerse amigo de un ángel, construir una máquina del tiempo, ser despedido y no serlo y hasta convertirse en perro. Así es la magia de Pep Albanell

 Sonrisa. Ése es el nombre que recibe el personaje de Pep Albanell cuando se transforma en perro. Sí, sí, en realidad se le bautiza como ‘Sonrisa perdida’ y él lo acepta de buen grado, claro que no entenderán nada si no leen la recopilación de historias desgraciadas y con fortuna que relata este escritor catalán en su obra Dolor de rosa y otros cuentos, publicada por la editorial Oxford. Se trata de un delicioso libro destinado al público juvenil (12 a 14 años) que de seguro nos saca precisamente eso, una sonrisa. Tengo que decir que para mí era un autor desconocido pero que ha conseguido seducirme con unas historias breves y de giro inesperado con las que se consigue ver siempre el lado bueno de las cosas, incluso cuando el amor de tu vida decide darte un ‘carpetazo’ y engañarte con tu jefe. Así, como suena. Pellizcos de realidad que se transforman en las páginas siguientes a la calamidad en algo positivo, luego el propósito de este autor nacido en Vic y afincado en Barcelona llega a buen puerto.

La obra, con un total de 135 páginas, se divide en tres partes: Cosas que pasan, Fantasías auxiliares y, por último, Dolor de rosa. A lo largo de ellas el protagonista, del que se desconoce su nombre y del que sólo sabemos que es un chico que trabaja en una oficina en la que a veces se siente a gusto y en otras que no, vive situaciones insólitas. Entre las cosas que le pasan está que su ducha se llene de chomprones (tendrán que leer el libro para saber qué son), que tras un accidente de coche decida reutilizar las piezas de su maltrecho vehículo para inventar una máquina del tiempo con la que hacerse millonario o que sea atracado por un pobre diablo con un arma… de chocolate y que ésta se le acabe derritiendo. Pero debajo de esas situaciones cómicas, y a veces absurdas, hay mucho más. Sólo hay que rascar un poco para darse cuenta de que al margen de rentabilizar las ventajas de esa máquina del tiempo con la que aprovechar para comprar en el pasado (porque sale más rentable) y trabajar en el futuro, donde se gana más dinero (¡a ver si es verdad!) está ese sentimiento de vanidad que tiene cada uno. Un ego que nos hace pensar que “si esto lo he creado yo, ¿por qué no darlo a conocer?”. La cruz de eso es que puede llevarnos directamente a la perdición. Y en ese atracador, desesperado por conseguir algo de dinero, se esconden muchos padres de familia que se ven contra la espada y la pared porque no saben qué hacer con algo que ni siquiera concebían en su mente años atrás, de ahí esas reacciones inesperadas.

Entre sus fantasías auxiliares hay dos que me han llamado la atención. Una, que de buenas a primeras se aparezca un ángel despistado en un parque y se cree un conflicto espacio-temporal de aúpa, tanto que puede dar lugar a un cataclismo como el que acabó con la vida de los dinosaurios en la era del Mesozoico. Pues sí, no es de extrañar que al final el ser divino y alado ‘se decida’ a vivir en la tierra y pierda sus prolongaciones aludas. Hablando de prolongaciones, ¿qué les parece si un día se levantan por la mañana y descubren que le han salido cuernos? Pues eso es lo que le pasa un buen día al protagonista de Dolor de rosa, con todo el estigma social que ello conlleva. Pero no es lo único. Precisamente en la tercera parte de la obra –y que proporciona el título principal­- es cuando Albanell echa el resto. Al personaje le pasa de todo: un encuentro con unas brujas que le pasará factura, duendes mágicos y una historia de amor. Porque nuestro personaje es un enamoradizo, no lo puede evitar. Un galán que lo que pretende es hacer reír a las mujeres y que tiene una particular manera de conquistar, con una sonrisa. Simplemente por eso merece la pena leer el libro.

 Noemí González