Yo fui uno de esos. Sí. No me escondo como quieren hacer más de uno y más de dos. Yo dudé de la selección de baloncesto, y lo hice después de la eliminación por parte de Francia en el que iba  a ser nuestro mundial.  He aquí las palabras.

Y lo hice movido por la cantidad de incógnitas que aparecían en torno a ese maravilloso grupo de jugadores que compone el núcleo del equipo patrio. No daba un duro porque Pau Gasol estuviera en este Eurobasket, ni Navarro, ni Calderón, ni Ibaka.

Pero Pau sí que ha estado, y encima asumiendo el rol de líder absoluto como nunca lo hizo antes.

Después de la eliminación prematura en el pasado mundial, las opciones para ir a los Juegos Olímpicos de Río 2016 pasaban por este europeo. Se necesitaba quedar entre los tres primeros o, mal menor, pasar los octavos para tener opciones de entrar en el preolímpico.

Pero para obtener alguna de esas metas necesitábamos un equipo competitivo, y viendo la depresión reinante tras el chasco mundial, pocos indicadores positivos había a la hora de atisbar una reacción.

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Las bajas de Navarro y Calderón, por lesión, las dudas de Ibaka, que también venía de una lesión después de un mal año, y el descanso necesitado por Riky Rubio, que debe concentrarse en reconducir su carrera para terminar de explotar definitivamente,  reducían las opciones de manera clara.

Solo un hombre podía asumir las riendas y dar esperanza al equipo.

Pau ha dado mucho por esta selección, sí, pero nunca de esta manera, erigiéndose como esa luz a la cual arrimarse haga frío o calor. Con su discurso dentro y fuera de la cancha. Nunca le había hecho falta tanto protagonismo como hasta ahora gracias a Navarro, Calderón o Felipe Reyes.

Pero incluso su disponibilidad a jugar ofrecía dudas.

Si un pero se le puede poner a su figura, a su carrea baloncestística, es la de flojear en los momentos en los que un jugador franquicia, como le gusta a los americanos denominar a este tipo de jugadores, debe aparecer para poner encima de la mesa sus galones y su calidad.

No lo hizo en Memphis. Y no lo hizo porque no tuvo de quien aprender. La franquicia de Tennessee en aquellos tiempos poco se parecía a la que tiene la suerte de contar actualmente con su hermano pequeño.

Recién mudada desde Vancouver, la franquicia prefería apostar por resultar atractivo antes que realmente competitivo. El objetivo era claro, fidelizar al público y anunciantes locales al nuevo equipo.

Para eso se buscó la llegada de jugadores vistosos que envolvieran a la, cada vez más,  sobresaliente figura del pívot catalán. Con jugadores más concentrados en sus propios números, que fueran la puerta a ganar más dinero en sus próximos contratos, que en hacer equipo y luchar por todo, a Pau se le exigió de la noche a la mañana ser la referencia plena de la franquicia. Una referencia que nunca existió antes en una franquicia, que por aquel entonces era evitada por los mejores jugadores universitarios como fuera posible.

Ni ese Jayson Williams, ni ese James Posey, ni ese Shane Battier, ni ese Mike Miller, formaban un equipo suficientemente bueno por aquel entonces para ganar algo más allá que un puesto en playoffs a pesar que con posterioridad todos fueron campeones siendo jugadores de rotación.

Después de pedir el máximo contrato posible (Pau es bueno pero no tonto) y naufragar año tras año en primera ronda de playoff, pasó de ser la luz de la esperanza a convertirse en el plomo que servía de freno. De héroe a villano. La etiqueta de blando se le asoció a su nombre inevitablemente.  Ahí empezó a conocer lo que realmente significa sentirse escrutado en cada balón que tocaba, ahí empezó a saber lo que es la presión.

Cuando la franquicia hizo limpieza y trajeron a Rudy Gay como futura estrella (ése sí que fracasó de lo lindo teniendo un gran equipo a su alrededor), no le quedó más remedio que hacer las maletas si quería que su nombre fuera recordado en la mejor liga del planeta. No le quedó más remedio que pedir el traspaso, última gota en el vaso a rebosar para convertirse en un traidor de cara a la afición local. Algo incomprensible siendo el máximo anotador histórico. Ni que hubiera dicho nada más llegar que era de Memphis desde chiquitito…

Tuvo que buscarse la sombra de Kobe Bryant para ganar un anillo, que al final fueron dos. Pero, después de firmar otro contratazo, tuvo que vivir un calvario de despropósitos en un equipo en descomposición. Que si se viene abajo el equipo en el playoff en búsqueda del tercer anillo y se lleva palos hasta de su entrenador. Que si traen a otro entrenador que no aprovecha las cualidades de Pau y quiere convertirlo en un Usain Bolt de la vida pista arriba pista abajo y por tanto, le da más palos. Que le dan todos los galones a un tipo que sale por patas al año siguiente que juega también de pívot y deja a la franquicia con el culo al aire. Que se meten en un contrato gordo con otro tipo de 40 años que no juega más de 15 partidos por temporada. Que se lesiona el mejor jugador de todos los tiempos de la franquicia y le ofrecen también el máximo contrato lastrando la capacidad de traer más ayuda…

Despropósito tras despropósito. Y todas las miradas para el pobre de Gasol que su equipo cada vez le daba menos protagonismo dentro de la pista mientras que los medios californianos cada vez miraban con más celo sus defectos desde fuera de ella.

Situación insostenible que le hizo alejarse de un buen amigo para ser libre. Y ahí entraron los Bulls. Un equipo hecho que necesitaba solo ajustar unos cuantos detalles y un cargamento de velas para pedir a Dios que no se lesionara Derrick Rose. Se ve que no gastaron suficientes.

Pero allí, el bueno de Pau ha encontrado la libertad que perdió en los últimos años en Los Ángeles. Recuperó el amor al baloncesto haciendo una temporada fantástica. Tanto, que metido en esa inercia decidió tomarse una última copa con la selección. Un último intento en unos Juegos Olímpicos para que sirva como colofón a su magnífica carrera. Y para ello había que pasar el trámite del Eurobasket.

Porque después de su actuación, en eso ha convertido el Europeo, en un trámite. Mientras el equipo estaba envuelto en una aureola de desconfianza y depresión. Él ha dado una lección de honestidad y pundonor. Del siempre hay que dar lo máximo. Del con trabajo se pueden alcanzar las metas que te propongas. Del nunca hay que rendirse.

Primera fase a enmarcar, pese a las dos derrotas. Y unos cruces de quitarse el sombrero para siempre en su presencia. Con especial atención a sus 40 puntos a Francia en una semifinal en tierra hostil, con mates finales incluidos, ¿y este es el tío al que llamaban blando?

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En este campeonato, sin el bueno de su eterno compañero de fatigas Juan Carlos Navarro, ha demostrado ser el líder que todos esperaban. El jugador que demuestra que para este deporte se necesita cabeza y calidad a partes iguales. Que sin inteligencia no se llega a ninguna parte por muchos músculos que acompañen a ese cerebro.

Y junto a él ha crecido Sergio Rodríguez, el mejor timón del equipo por primera en sus numerosas visitas a la selección. De él dependía desatascar el ataque y repartir juego. Sin Rubio ni Calderón solo él podía llevar las riendas del juego y  se ha ganado con creces estar en el quinteto ideal del europeo. Tenemos base para los juegos.

Y junto a ellos se ha visto lo que puede aportar Mirotic. Lo siento por Ibaka, fundamental en el anterior ciclo olímpico, pero el señor Mirotic ha demostrado que su tiro abierto supone recuperar al Garbajosa de Japón. Su crecimiento en la NBA puede ser fundamental para convertirse en el 4 titular de este equipo en tierras brasileñas.

Y junto a ellos la irrupción de Pau Ribas. Un base cuyo crecimiento a sotto voce ha pillado desapercibido a más de uno. Viene para quedarse, desatascando el juego cuando se le necesitaba y siendo inteligente aprovechando los espacios. Ya se pueden poner las pilas tanto Rubio como Calderón.

Y junto a ellos se han visto a un Llull sincero y un Felipe Reyes necesario. El base balear ha dado lo que se le puede pedir y él puede aportar, defensa, tiro y penetraciones. Irregular en algunas fases, de los jugadores a los que no les quema el balón en las manos hay pocos. Y Sergi puede estar orgulloso de formar parte de ese club. En cuanto al cordobés, ha sabido enjuagarse un último mundial en el que el seleccionador lo infrautilizó y demostrar que sigue siendo necesario tanto en la pista como en el vestuario. El pegamento de la selección que imprime la necesidad de ganar pasando por encima de cualquier adversidad.

Y junto a ellos Claver. Victor Claver nunca había hecho un campeonato cuanto menos decente. Nunca había tenido un rol más allá de minutos de la basura y agitar toallas. Siempre había sido señalado bajo la etiqueta de no merecer una camiseta en este equipo. Con las bajas de este año ese debate era innecesario. Pero si aporta los minutos que tuvo contra Francia y contra Lituania nunca más habrá debate. Su capacidad atlética, su rebote en segunda jugada, su tiro exterior desde la esquina y su defensa exterior pueden y deben pesar más que los fallos de concentración puntuales. Marc Gasol creció enormemente después del oro de Japón, quizás Victor necesitaba un campeonato igual para terminar de madurar y este europeo puede serlo. Está ante la temporada más importante de su carrera, o explota definitivamente o será un jugador de rotación perenne.

De los demás, la peor noticia fue la lastrada actuación de Rudy Fernández, lejos de su versión madridista debido a su maltrecha espalda, desde sus tiempos NBA. El, a priori, mejor exterior no ha tenido buen campeonato y aún así se ha ganado. Esperemos que este año las lesiones le den más margen. También merece una mención especial Willy Hernángomez. Uno de los pocos jugadores salvables la temporada pasada, ofreció destellos del jugador en el que se puede convertir. Carne de NBA que asoma la patita en su primera convocatoria. El resto, han asumido que la historia les ha permitido ser testigos de primera mano

Muchos hablábamos de fin de ciclo, pero visto lo visto, más nos vale decirle a Sam que la toque una vez más, y si puede ser que sea en Río, para la que presumiblemente podrían Navarro, Marc, Calderón y Riky, junto con el lesionado Abrines.

Alguna vez nos quedaremos sin estos señores que tanto hacen por un país en depresión del que cada vez son menos cosas de las que podemos sentir orgullosos. Enseñándonos una lección que nunca olvidaré, el baloncesto siempre responde.

Carlos Sabaca (@casabaca)