Aprovechando que “el Pisuerga pasa por Valladolid”, y que hace pocas semanas asistimos al estreno de Noé, la última película del director Darren Aronofsky, nos acercamos en este número a la que, para un servidor, es sin lugar a dudas su mejor película: El luchador.

En el año 2008, Darren Aronofsky se dispuso a llevar al cine el primer guion que no estaba escrito de su puño y letra. Guion que, en este caso, estaba escrito por Robert D. Siegel, un guionista poco conocido. La historia, en principio, no podemos decir que fuese muy original: una antigua estrella del wresting (lucha libre) muy popular en los ochenta, Randy “The Ram” Robinson, que sobrevive como puede intentando emular sus días de gloria en cuadriláteros de segunda o tercera categoría, se ve obligado a dejar su profesión, ya que su cuerpo no puede soportar más los golpes y caídas de una vida entera en el ring. Este parón lo ayudará a replantearse su vida entera, y a querer enmendar los errores del pasado, centrado en intentar acercarse a su hija Stephanie (interpretada por Evan Rachel Wood) abandonada cuando era niña; y buscando un poco de cariño y atenuar la soledad con una stripper, Cassidy (Marisa Tomei) que, al igual que él mismo, no vive ya en la flor de su vida ni en el cenit de su carrera profesional.

the wrestler

Esta historia, que podría haber quedado maravillosa para un telefilm de esos típicos que cualquier cadena privada suele emitir a las cuatro de la tarde de un fin de semana, se convirtió en una obra maestra por obra y gracia de su director, que dejó atrás su particular visión cinematográfica para rodar al estilo clásico, cámara en hombro (hay escenas que las podría haber firmado y filmado mi admirado Clint Eastwood). Y, sobre todo, por su protagonista, un Mickey Rourke que jamás ha estado (ni creo que estará) en un estado de gracia como en el que demuestra en su interpretación de Randy Robinson. Rourke es capaz de dar forma, quizá como ningún otro actor hubiese sido capaz (gracias a Dios que Aronofsky se mantuvo en su empecinamiento para lograr que el elegido fuese Mickey Rourke y no Nicholas Cage como prefería la productora) a un tipo que ha sido una estrella y ahora es un perdedor que desea un último minuto de gloria. Tal vez porque no necesitase hacer un gran ejercicio mental para ello; saquen ustedes su propia conclusión a poco que conozcan la trayectoria profesional de Rourke. El hecho es que prácticamente es él solo quien es capaz de mantener el gran peso de la película. Su interpretación de una persona en clara decadencia es, sencillamente, magistral. “Simplemente hay que mirar a los ojos de Mickey Rourke para ver todo lo que expresan” dijo en una entrevista el director, tras ser preguntado por su peculiar apuesta para protagonizar el film. Y, realmente, es así. La mezcla de rabia contenida y derrota a partes iguales que expresa el actor en todas y cada una de las escenas es verdaderamente espectacular.

Junto a Rourke, las dos únicas secundarias son Evan Rachel Wood, que da vida a la hija abandonada de Randy; y a la que su padre intenta acercarse como un modo de espantar los fantasmas del pasado y arreglar, en parte, algo que ya nació roto; y Marisa Tomei, que puede que haga uno de los mejores papeles de su vida interpretando a una una stripper que le viene a Randy como la horma de su zapato: cercana a los cincuenta y siendo una sombra de lo que era veinte años atrás. Randy, en su búsqueda angustiosa de mitigar el dolor interior y la soledad, verá en Cassidy una tabla de salvación desesperada, ya que no sabemos hasta qué punto él la ama, u odia su soledad…

El luchador es una historia de personajes rotos, destrozados por una vida que no les ha sonreído, o a la que no han sido capaces de devolverle, en un momento concreto, la sonrisa. Se trata de un drama sin concesiones que es capaz de arrancarte una lágrima casi sin darte cuenta, ya que le acabas cogiendo cariño a ese perdedor que no ha sabido dirigir el timón de su vida cuando tuvo oportunidad; y ahora no es más que una caricatura de sí mismo, pobre criatura en medio de un mundo que le ha dejado más cicatrices morales que todas las que lleva en su fuerte, pero ajado cuerpo.

Es la metáfora perfecta del guerrero, que no puede ni sabe luchar contra su propia naturaleza, aunque esto suponga (y siempre supone al final) su autodestrucción. En un mundo dominado por las putas (no lo tomen la pie de la letra, sean algo más finos y piensen) los guerreros y los chamanes están destinados a vivir de verdad, a luchar hasta caer extenuados, a conocer la verdad, pero a pagar un alto precio por ello. De todo esto habla la película: de la vida, del precio a pagar, y de qué podemos ser cuando no sabemos ser otra cosa que lo que somos en realidad, sin máscaras; sin resignarnos a perder… Especialmente conmovedoras en este sentido me resultan dos escenas del film: una en la que está ejerciendo su nueva profesión como dependiente-ayudante de supermercado, siendo ninguneado por un tipo mucho más joven que él; y el monólogo final, que simplemente, me deja siempre que lo veo, extasiado y sin palabras. “Mucha gente me dijo que nunca volvería a luchar. Y es todo lo que sé hacer. Si se vive intensamente y te diviertes mucho; y consumes la vela por ambos lados, acabas pagando un precio. En esta vida puedes perder todo lo que quieres, y a todos los que te quieren. Ya no oigo tan bien como antes, y se me olvidan las cosas; y no soy tan guapo como antes. Pero ¡maldita sea! ¡Aún me tenéis aquí y soy The Ram! ¿Sabéis? conforme pasa el tiempo la gente dice: “está acabado. Está muerto. Es un perdedor. Se acabó todo…” Pero ¿sabéis qué?: los únicos que podéis decirme cuándo tengo que dejar de hacer esto sois vosotros. Vosotros sois la gente por la que vale la pena seguir porque vosotros sois mi familia.”

luchador

¿Qué merece más la pena, vivir arrodillado o morir con las botas puestas? Esta es la pregunta que, tras ver El luchador, te deja Aronofsky como un regusto amargo en la comisura de los labios; y una opresión en el pecho contra la que es difícil luchar.

Pocas películas son capaces de hacerme caer en una melancolía como lo consigue esta. Pocas películas me han gustado tanto y me han hecho pensar tanto. Si esperan la respuesta, no la van a encontrar tras verla, pero les hará pensárselo. Y eso es más de lo que el noventa por ciento de las películas actuales hacen.

Randy “The Ram” Robinson escogió su propia respuesta. Escojan ustedes la suya.

 Carlos Corredera (@carloscr82)