Ahora Ucrania está de moda. Los disturbios y enfrentamientos entre los ucranianos pro europeos (más bien pro alemanes) y los pro rusos han dado la vuelta al mundo a lomos de los informativos y periódicos.
El debate está servido. Desde la Europa Occidental, muy demócrata ella, se insiste en que la facción partidaria de la entrada en la Unión Europea es la “buena” y que los pro rusos que sostienen al gobierno de Yanukóvich son los malos malísimos. Como siempre, el maniqueísmo simplista de políticos que no tienen ni idea de nada.
Para empezar, la pugna entre partidarios de Rusia y Occidente es muy vieja en Ucrania, un país por otra parte, bastante poco conocido para el público general más allá del Dínamo de Kiev, Andrei Shevchenko, Sergei Bubka u Olga Storozhenko.
Ucrania constituye un inmenso espacio estepario que hace de bisagra entre la Europa Central y Rusia. Esta gran llanura, regada por importantes ríos, como el Don, el Dnieper y el Dniester vio surgir al primer Estado ruso allá por el siglo X, el Principado de Kiev.
Tierra sin ningún tipo de defensa natural, su propio nombre significa “Tierra de Frontera”, estando abierta a todo tipo de invasiones y pretensiones por parte de los poderes circundantes, atraídos por su riqueza en grano, carbón y más recientemente, petróleo en las costas del Mar Negro.
Habitada por un mosaico de pueblos, entre el que destacan los cosacos y minorías de húngaros, polacos y alemanes, será controlada por polacos, rusos y austriacos a lo largo de la historia. Debido a esto, el sentimiento nacionalista será muy fuerte en aquellas zonas en contacto con la Europa Central que escaparon a la colonización rusa emprendida por los zares.
Así, a principios del siglo XX, lo que hoy conocemos como Ucrania se hallaba dividida entre los poderosos imperios ruso y austro-húngaro.
EL ORIGEN INMEDIATO: LA GRAN GUERRA
El origen inmediato de toda esta problemática se remonta, como no, a los días de la Gran Guerra, punto de partida de la Europa contemporánea y post-contemporánea que hoy nos toca sufrir.
Por aquel entonces, los territorios ucranianos fueron un escenario primordial de los combates entre los imperios de Austria-Hungría y Alemania, de un lado y Rusia, del otro.
Debido a la gran mezcla racial de la Europa Oriental, muchos ucranianos eran súbditos austriacos, procedentes de las provincias de Galitzia, Bucovina y Rutenia, lugares donde llevaban residiendo desde la Edad Media. Leales a los Habsburgo, durante el siglo XIX el nacionalismo arraigó entre ellos.
Al menos 20000 se presentaron voluntarios, con el deseo de luchar por la promesa de un Estado ucraniano. De esta forma, una Legión Ucraniana de 2500 hombres fue formada y enviada al frente encuadrada en el ejército austro-húngaro. El resto combatiría dentro de regimientos de austro-alemanes y húngaros.
Por su parte, los rusos carecían de unidades compuestas en exclusiva por ucranianos, aunque eran mayoría en los regimientos basados en la Ucrania por ellos controlada.
La propia guerra y las consecuencias de la misma se iban a revelar capitales en el futuro del país que hoy conocemos, destacando, sin lugar a dudas, la Revolución rusa de 1917 en sus dos fases: la liberal de febrero y la bolchevique de octubre.
Ante el vacío de poder, se creó un Consejo Central o Rada en Kiev, de signo nacionalista democrático, que colaboró con el gobierno de Kerensky y se mantuvo en guerra contra los austriacos y los alemanes, que iban avanzando por la Ucrania Occidental.
El problema vino cuando en octubre los bolcheviques se hacen con el poder en Rusia. Entonces, la Rada ucraniana proclamó la independencia de la autoproclamada “República Popular Ucraniana”, que sería pronto combatida por los soviéticos, que, a su vez, eran apoyados por la República Soviética Popular de Ucrania, con sede en Jarkov y presidida por Georgi Pyatakov[1].
Tratando de salvaguardar a toda costa su independencia, la Rada cambió de bando y se convirtieron en aliados de las Potencias Centrales, permitiendo que los alemanes y austriacos estacionasen tropas en su territorio. En este contexto, el gobierno bolchevique firma el Tratado de Brest-Litovsk y Rusia abandona la guerra con fuertes pérdidas territoriales.
Ante la caótica situación, los terratenientes y burgueses apoyaron un golpe de Estado en abril de 1918, que llevó al poder al general Pavlo Skoropadski[2], que sería nombrado hetman[3] de Ucrania y que iba a seguir colaborando con los ejércitos ocupantes y con los Rusos Blancos, en lucha con los bolcheviques del Ejército Rojo en plena Guerra Civil Rusa (1918-1920).
EL CAOS DEL PERIODO DE ENTREGUERRAS.
Si confusa era la situación durante el conflicto, las cosas se iban a agravar tras la firma del Tratado de Versalles: por un lado, alemanes y austriacos, que ocupaban grandes áreas de la Ucrania Occidental, comenzaron un lento repliegue, visto con recelo por el hetman Skoropadski, ya que éstos eran garantes de su posición ante la amenaza del Ejército Rojo.
Ante esta situación, un grupo de políticos descontentos formó el “Directorio” y, con ayuda del ejército, derrocaron a Skoropadski en diciembre de 1918, inaugurando una nueva etapa de la República Popular Ucraniana.
La gran figura de este periodo iba a ser Simón Petliura[4], un nacionalista que había formado parte de la Rada y que tenía a su cargo la administración militar. Petliura se las arregló para postergar en el Directorio a los miembros partidarios de la unión federal con Rusia y a los socialdemócratas. Asimismo desató violentas purgas de judíos, a los que se acusaba de colaboracionismo con los bolcheviques.
Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos de control, la situación era cada vez más precaria para el gobierno por él presidido: Ucrania era un campo de batalla de “todos contra todos” entre el Ejército Blanco del general Denikin[5], el Ejército Rojo, que controlaba toda la Ucrania Oriental, organizada como una república soviética, los polacos, que ya independientes ambicionaban reconstruir la Gran Polonia, tropas francesas de la Entente que ocupaban los puertos de Crimea (Odessa y Sebastopol) y el llamado Territorio Libre, una porción del sureste del país dominada por el Ejército Negro y que constituyó un interesante experimento de Antiestado anarquista dirigido por Néstor Makhnó[6].
Por si fuera poco, en las provincias que formaban la Ucrania austro-húngara, los nacionalistas ucranianos, aprovechando la desaparición del Imperio, proclamaron unilateralmente la República Popular de Ucrania Occidental, con capital en Lvov. Este Estado iba a tener una corta vida de ocho meses, ya que los polacos acabaron controlándolo con apoyo de las fuerzas de la Entente.
En un giro propio de esta situación confusa, el Ejército Blanco acabó expulsando al Directorio de Ucrania, teniendo Petliura que refugiarse en Polonia. Acto seguido, a comienzos de 1920, el Ejército Rojo ocupaba toda Ucrania, derrotando a los Blancos y al Ejército Negro.
Esto motivó que Petliura pactase con sus antiguos enemigos polacos y firmase con el mariscal Josef Pilsudski (futuro dictador socialista) una alianza.
Un ejército combinado polaco-ucraniano invadió Ucrania y se enfrentó a los bolcheviques, en el marco de la Guerra Ruso-polaca (1919-1921). Finalmente, tras una serie de alternativas, se firmó el Tratado de Riga, que permitió a los polacos situar su frontera con Rusia mucho más al este que en el Tratado de Versalles, donde se puso como límite la llamada “Línea Curzon”.
Una vez los polacos obtuvieron lo que querían, abandonaron a su suerte a Petliura y su gobierno, que marcharon al exilio.
Si en 1918 había no menos de tres o cuatro gobiernos o autoridades en toda Ucrania, en 1921 el dominio soviético era un hecho. Cuando se fundase la URSS en 1922, la República Socialista Soviética de Ucrania iba a ser miembro fundador, junto a las Repúblicas Soviéticas de Rusia, Rusia Blanca y Transcaucasia.
EL DOMINIO SOVIÉTICO
Con un gobierno fuerte y en condiciones de ser obedecido, Ucrania comenzó a recuperar la normalidad que no tenía desde 1914. Durante la etapa de la NEP se vivió, como en el resto de la URSS, un periodo de relativa bonanza económica, centrada en dos aspectos principales: la agricultura de cereal (Ucrania ha sido históricamente el granero de Rusia) y la explotación de las minas de carbón del Donbass. Los grandes terratenientes o kulaks seguían poseyendo más o menos el mismo volumen de tierra que antes de la Revolución y conformaban el estrato superior del país.
La muerte de Lenin en 1924 y el ascenso al poder de Stalin marcaron un punto de inflexión que iba a tener importantes consecuencias.
Desde 1928 Stalin anuló la NEP y estableció un sistema de planificación económica basado en los “planes quinquenales”, que marcaban las cotas de producción a cinco años vista en cualquier rama productiva. Se promocionó la producción industrial, que aumentó en proporciones nunca vistas.
Buena culpa de ello la tuvo el “stajanovismo”, un sistema de competición entre obreros ideado por un minero de carbón del Donbass, Stajanov[7], cuyo objetivo último era el incremento de la producción del carbón. Pronto sería aplicado a todo el espectro industrial.
En el campo se impuso la colectivización de las tierras, eliminando físicamente a los grandes propietarios e impulsando la creación de cooperativas (koljoses) y granjas estatales (sovjoses), que fueron un fracaso porque pretendieron gestionarlas como industrias.
Los agricultores ucranianos se opusieron con energía a las requisas de tierras y luego a las cotas de producción, que raramente se alcanzaban. Además, hay que señalar que casi toda la producción agrícola era destinada a la exportación (Stalin tenía entre sus clientes a la República de Weimar y luego a su heredera, la Alemania Nazi).
Unos años de malas cosechas y las destrucciones intencionadas de grano y ganado, provocaron una gran hambruna, conocida como “Holodomor”, hacia 1930. En el lapso de un año, varios millones de personas murieron de hambre (se calcula entre 3 y 10 millones).
A esto se unió una “rusificación” cultural forzosa que resultó especialmente irritante para gran parte de la población local, especialmente en las zonas que habían escapado al control comunista en la etapa anterior.
Por supuesto, no debemos olvidarnos de la Grandes Purgas (1936-38), mediante las que Stalin afianzó su poder total eliminando a todo aquel que creía una amenaza. En Ucrania, la persecución no se centró en exclusiva en supuestos “troskistas”. Para Stalin la región era un nido de espías polacos y alemanes, petliuristas (nacionalistas) y contrarrevolucionarios que debían ser exterminados.
LA II GUERRA MUNDIAL Y DESPUÉS
No es de extrañar que cuando los alemanes invadieron la URSS a fines de 1941 muchos ucranianos los recibiesen como libertadores. Por su parte los alemanes hicieron vagas promesas de independencia si colaboraban con ellos. En la parte occidental, el apoyo fue entusiasta: se reclutaron varias decenas de miles de voluntarios, que fueron encuadrados en una serie de batallones de policía auxiliares conocidos como “Schuma”, que se emplearon en lucha contraguerrillera, haciendo frente a los partisanos comunistas y purgando a los civiles que los apoyaban y, por supuesto, a los judíos (matanza de Babi Yar[8]). Estas fuerzas se dedicaron a pacificar la retaguardia empleando el saqueo, las violaciones, ejecuciones sumarias y el exterminio puro y simple.
A esta situación, de nuevo caótica, se unió la creación del “UPA”, o Ejército de Liberación Ucraniano, un grupo de insurgentes nacionalistas que luchaban por su cuenta en acciones guerrilleras contra los comunistas, los alemanes y la Schuma, aliándose con unos u otros según sus intereses.
Con el devenir de la guerra, los alemanes forzaron la recluta y formaron en 1943 una división de la SS formada por ucranianos pro nazis, polacos y rutenos[9], la 14 División “Galitzien”[10], que combatió en varios teatros de operaciones, hasta rendirse en Radstadt (Austria) a los británicos. Para evitar ser entregados a los soviéticos alegaron ser “polacos anticomunistas”, refugiándose muchos de ellos en EE UU o Francia al acabar la guerra.
Un caso aparte lo constituyeron los cosacos. Pueblo apegado a sus tradiciones, siempre se mostraron partidarios del zar. Durante la II Guerra Mundial, muchas de sus tribus se unieron a los alemanes como caballería auxiliar, bajo mando del ejército y posteriormente de la SS, mientras que otras tribus, opuestas a ellas, luchaban a favor de los soviéticos.
Al llegar la paz, el régimen soviético se encargó de eliminar a los nacionalistas que habían colaborado con los invasores en el Báltico, Ucrania y el Cáucaso, rusificando de nuevo la región en época tan reciente como el mandato de Leónidas Breznev.
De todas las fuerzas en combate, sólo el UPA se mantuvo, llevando a cabo una guerra de guerrillas tan desesperada como desconocida en el resto de Europa contra las autoridades de la URSS hasta su desarticulación hacia 1960. En plena Guerra Fría nadie en Occidente se iba a arriesgar a defender una nación ucraniana independiente y democrática a las puertas de Moscú.
Sin embargo, el deseo de una Ucrania independiente ha permanecido latente siempre, sobre todo en la Ucrania Occidental[11].
De ello dan muestra la pronta declaración de independencia en 1991, recién saldada la URSS y movimientos posteriores, como la Revolución Naranja.
UCRANIA HOY
La política local ha dado muestras de que el péndulo sentimental y político del país oscila de una manera alocada: si con la Revolución Naranja y los gobiernos de Viktor Yuschenko y Yulia Timoschenko se apostó por el europeísmo y cierta independencia, en parte hostil, a las recomendaciones de Rusia, Yanukóvich ha optado por lo contrario, acercarse al gigante ruso y alejarse de una Europa roñosa y en crisis. A ello hemos de sumar el control que Rusia ejerce sobre el suminstro de gas natural, con lo que se permite “controlar” en cierta medida la política interna y externa de su vecino.
Pase lo que pase en el incierto futuro del país, condicionado por un pasado no menos incierto y tan caótico como interesante, de lo que podemos estar seguros es de que la Europa democrática ladrará mucho, pero sólo se movera si a Alemania le interesa, como ya sucedió en otro lugar, no hace mucho tiempo[12].
Ricardo Rodríguez
[1] Georgi Pyatakov (1890-1937) Político bolchevique ucraniano. Fundador del Partido Comunista de Ucrania y presidente de la república soviética de Ucrania, fue acusado de troskista y ejecutado durante las Grandes Purgas.
[2] Pavlo Skoropadski (1873-1945) Político y militar ucraniano. Perteneciente a la aristocracia cosaca, participó en la Guerra Ruso-Japonesa y en la Gran Guerra. Apoyado por los alemanes, intentó establecer un gobierno fuerte en Ucrania, pero fracasó. Muerto en el exilio en Alemania, su proyecto de una Ucrania con un rey cosaco desapareció hacia 1980.
[3] Germanización del término cosaco “atamán”, que designa al jefe de una tribu o pueblo cosaco
[4] Simón Petliura (1879-1926) Político y militar ucraniano, fue también un activo periodista. Miembro de la Rada y posteriormente figura fuerte del Directorio, llevó a cabo una política autoritaria y antisemita de signo nacionalista. Defensor de la independencia de Ucrania, hubo de exiliarse tras su fracaso. Fue asesinado en París por Shlomo Shvarzbard, un judío ansioso de venganza.
[5] Antón Denikin (1872-1947) General ruso, uno de los líderes del Movimiento Blanco, que se enfrentó a los comunistas en la Guerra Civil Rusa. Tras su derrota, hubo de exiliarse y rechazó ofertas de los alemanes para dirigir un ejército de rusos anticomunistas contra la URSS. Falleció en EE UU.
[6] Néstor Makhnó (1889-1934) Revolucionario anarquista ucraniano. Organizó el Ejército Negro y el Territorio Libre en el SE de Ucrania, enfrentándose con éxito a los Blancos, los Rojos y los nacionalistas. Llevó a cabo una organización colectiva de las tierras bajo su autoridad. Aliado con los soviéticos, una vez derrotados los Blancos, fue traicionado por éstos. Exiliado en París, trabajó en la Renault hasta su muerte por tuberculosis. Su mujer e hija fueron capturadas por la Gestapo y luego por el KGB, aunque lograron sobrevivir.
[7] Alexei Stajánov (1906-1977) Minero del carbón, logró varios records de extracción de carbón e inspiró el estajanovismo. Su récord se estableció en 227 toneladas en 6 horas de trabajo. Diputado en el Soviet Supremo, recibió dos veces la Órden de Lenin y una la Órden de la Bandera Roja. A su muerte fue nombrado Héroe del Trabajo Socialista.
[8] Matanza de judíos en la que al menos 30000 personas fueron conducidas a un barranco, fusiladas y posteriormente sepultadas cuando los alemanes y sus aliados dinamitaron las paredes del Barranco de la Abuela (Babi Yar), cercano a Kiev.
[9] Habitantes de Rutenia, región austriaca poblada por ucranianos desde fines de la Edad Media
[10] Al enterarse Hitler de su existencia, montó en cólera, ya que odiaba a los eslavos. Algunos de sus soldados, aislados tras las líneas rusas, siguieron combatiendo a los soviéticos por su cuenta hasta fines de 1946, cuando entraron en Alemania y se rindieron ante fuerzas de EE UU
[11] Hoy día, veteranos del UPA reciben homenajes de algunas autoridades ucranianas. Mientras que para los pro europeos son héroes patriotas, para los pro rusos no son más que canalla terrorista.
[12] Me refiero a las recientes guerras de los Balcanes, en las que la Unión Europea, a instancias de Alemania, apoyó a Eslovenia,Croacia y Bosnia, antiguas aliadas de los nazis, frente a Serbia. Alemania, a título particular, vendió uniformes y equipo a los croatas y bosnios.
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