Crónica. Esto debería ser una crónica. Yo no sé si ustedes quieren una crónica, un relato de acontecimientos, una pura descripción o una valoración intelectual, que me ponga las gafas de pasta y haga reflexiones sobre lo humano y lo divino. Si ustedes me preguntan «¿qué tal el concierto de Vetusta Morla en Sevilla?», yo les diré «bien, gracias». Porque si ustedes leyeron la entrevista que les hicimos ya saben que estos chicos son gente que se lo toma en serio y sale a pasárselo bien. Que, como nos dijo Guille Galván, «la fuerza es la misma» toques en una sala o en un estadio.

Vetusta Morla

Ahí empieza a torcerse la cosa. Vetusta Morla no son esos grupos punk o rock británicos que son garantía de salir borrachos, drogados y peleados y no sabes si van a aguantar tres canciones en pie. Vetusta Morla son garantía de que Pucho va a tener voz durante todo el concierto y que la música no va a desentonar. Es decir, que vas a invertir bien tu dinero. Pero Vetusta Morla no van a llenar ni Wembley ni llenaron el Estadio Olímpico de Sevilla.

Principalmente porque no tocaron en el Estadio Olímpico como estaba pensado inicialmente. Vamos a ver, ¿en qué cabeza cabía que Vetusta Morla podía llenar un estadio? No porque no tengan calidad, sino porque precisamente el valor de su música es ser un grupo que se aprecia en bocados pequeños y acompañado de gente de confianza. Vetusta Morla no son una pizza familiar, sino la especialidad por la que vas a un gastrobar.

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Otra cosa es el valor añadido que le da una ciudad como Sevilla. A saber: tocar en un auditorio que se llama Rocío Jurado. Nos hartamos de hablar de que hay otra ciudad, de que no todo es tradición, folklore y tal, y a un auditorio donde casi dos tercios de su programación son grupos pop-rock lo llaman Rocío Jurado. Que encima no era ni sevillana. En vez de llamarlo Auditorio Silvio Fernández.

Imaginen «Vetusta Morla en directo en el Auditorio Silvio Fernández». Erecciones anticipadas.

Pero no. No sé si eso explica el entremés de humor polaco que vivimos en la puerta. Un señor al que inicialmente identifiqué como doble de un matón de Los Soprano pero que resultó ser el que tenía que vigilar la puerta estaba filtreando con dos adolescentes en la entrada de Prensa-Invitados-menores-gente sin entrada-y todo lo que usted desee. Desde su inmensa calva podían leerse los manuales de «Sea usted un adulto molón».

Capítulo 1. Sea usted paternalista y diga cosas como «no te preocupes que vas a entrar sin problema».

Capítulo 2. Guiñe el ojo y pregunte varias veces su origen profesional. Dos adolescentes acreditadas como prensa. También había otros dos, algo más crecidos y de género masculino que se ve que no le interesábamos mucho al Señor Guarda.

Capítulo 3. Gestione bien el deseo de las dos adolescentes por entrar. Dígale al despedirse algo así como «pasadlo bien». Nota: ellas ni le respondieron, yo sí lo hice y me miro mal.

Vetusta Morla

Ahora debería comentarles una cosa, que éramos el único medio no basado en una horda adolescente de gruppies con un blog dedicado al grupo al que van a escuchar. Uno se pregunta dónde estarán esos medios de la ciudad cuando viene uno de los grupos principales del panorama musical español. Quizá preparando sus corresponsalías en El Rocío o en Chipiona. A saber.

Aparte de eso, la música bien, gracias. Es que son buenos, y desde el arranque con La Deriva hasta la conclusión con El Hombre del Saco, Vetusta Morla pintó en el escenario un cuadro memorable. Recuerdo algunos buenos conciertos por el estilo y todos de gente excepcional. Por ejemplo Yann Tiersen hace casi una década también en Sevilla. Sin embargo, a diferencia de aquel concierto, en éste había una cierta disintonía entre el grupo y el público.

Vetusta Morla no es un grupo con unas letras simples, como Lori Meyers, Love of Lesbian, o no digamos ya gente como Pol 3.14. En el repertorio que tocaron había alusiones al paso del tiempo (La Deriva, Rey Sol, Al respirar), a lo que supone abandonar la juventud y adentrarte en el camino de una sociedad y una vida deshilachada (Golpe maestro, Mapas, El Hombre del Saco) e incluso el adentrarse en el terreno de la búsqueda de una identidad personal (Valiente, Fuego, Cuarteles de Invierno). Y allí había una inmensa mayoría de público que no ha conocido quizá ni lo que es un CD. No digamos ya un casette o un móvil con una serpiente como todo entretenimiento.

Resultaba extraño. Porque al final a un adolescente le pones una hamburguesa de cualquier franquicia y se la come con dos lágrimas en los ojos. Veo difícil que comprenda que delante tenía uno de los mejores platos que puedes comer en la música española. Porque cuando ves que Pucho va a necesitar un fisioterapeuta cuando acabe la gira (le echa ganas, créanme, tiene que perder varios kilos por concierto) piensas en todos aquellos que parece que no disfrutan de la música cuando suben a un escenario. Piensas en esos grupos que salen desganados, sin voz, que desafinan en canciones con notas musicales simples y letras fáciles de rimar, y piensas en ellos porque luego ves a Vetusta Morla en un escenario y lo que piensas es «eh, a lo mejor no te gustan, a lo mejor no es tu estilo, pero estos tíos se lo están trabajando de verdad porque lo están poniendo todo».

Y entonces coges tu alergia, la que me estaba dejando al borde de la catalepsia, coges el buen sabor que te dejan y te vas de allí contento. Sabiendo que has pagado bien por un buen rato. Que te lo has pasado bien. Porque al final para eso está la música, para hacértelo pasar bien.

Aarón Reyes (@tyndaro)

Fotos: Isaac Reyes

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