Conocí a Juan Carlos por casualidad, o quizás casualidad no sea la palabra para definir nuestro primer encuentro. Soy aficionado al relato corto y, sabiendo mi compañera de fatigas Calista Sweet de mi dedicación al género, compuso las cosas para presentarme el que para ella era uno de los autores más premiados del panorama nacional (yo me atrevería a decir que hasta internacional), pero sé que Juan Carlos, persona humilde donde las haya, me corregirá a las primeras de cambio. Sin desviarme de mi propósito, que ya habrá tiempo para loas, preparó la intermediaria una cita a tres bandas que resultó ser de lo más enriquecedora pues me permitió entablar relación con un gran escritor y por extensión excelente persona. No se trata de un autor mediático ni tampoco un personaje al que las grandes editoriales y centros comerciales le extiendan la alfombra roja y, en cambio, ese escritor natural de Torreperogil (Jaén) cuyo nombre ya conocéis bien podría dar lecciones de narrativa a muchos de los que se alzan con la corona literaria en este país.
Tuvo lugar la cita en la Taberna del Alabardero, lugar en el que pretendíamos (y seguimos haciéndolo) constituir una tertulia literaria cuyo primer capítulo iba a ser este que paso a detallar. Juan Carlos entró y se presentó y desde el primer momento se estableció una conexión entre los tres contertulios, incluso antes de haber entrado en materia. Terminada la jornada decidí entrevistar a Juan Carlos pero las circunstancias han hecho que me demore en la tarea.
Déjenme hablarles un poco de un hombre que no vive de las letras (pocos pueden hacerlo en nuestro país) sino que regenta junto a su mujer un salón de belleza en pleno centro de la ciudad de Sevilla. Supongo, pues no me queda otra opción, que muchos de sus escritos nacen en dicho establecimiento, de otro modo sería difícil imaginar obra tan prolífica en horas de descanso. Su pasión es escribir y bien que lo hace pues he tenido la oportunidad de leerlo y releerlo además de envidiarlo (envidia sana e insana, lo reconozco) cada vez que celebra con su eterno botellín de cerveza la consecución de un nuevo galardón literario, proeza que él ha convertido en rutina aunque es preciso matizar que cada premio es el fruto de un laborioso periplo de inspiración e imaginación que culmina con el servicio que le prestan las propias palabras, siempre acertadas, para conseguir su fin. Juan Carlos gusta de utilizar a su paisanos para convertirlos en protagonistas de sus historias y no duda en teñir de crudeza las tramas con las que se supera pues su extensa producción es una metáfora de un combate contra sí mismo.
Me gusta “picar” a Juan Carlos y pocas veces entra al trapo pero he conseguido que me haga una pequeña reseña literaria de sí mismo para que los lectores de Distopía comprueben que no invento cuando realizo afirmaciones que podrían ser tildadas de simples exageraciones.
¿Qué se siente al haber ganado tantos galardones literarios?
Una responsabilidad que me incita a no despegar los pies del suelo. Este mundillo es complicado y ganar premios no debe hacerme creer que tengo un espacio propio. Cada premio me exige mayor concentración y me transmite más ilusión.
¿Conoces a algún autor o autora que te supere?
Incluso el más nobel puede enseñarnos muchas cosas; hacernos crecer como escritores, y como personas, que es más importante si cabe.
¿Cuál es el secreto?
La constancia, y mantener la ilusión que siempre mantuve en mi afición a la magia; siempre hacía trucos con la ilusión de que detrás de algún efecto se escondiese magia de verdad.
¿Qué bebes mientras escribes?
Vino blanco semidulce, pero no siempre, porque escribo a todas horas y eso me supondría una cogorza más gorda que El Quijote. De vez en cuando un cubatilla también sienta bien y espabila la creatividad.
¿Con que frecuencia te enfrentas al relato?
Casi a diario. Pero tengo temporadas secas que suelen romperse con historias que se meten en la cabeza y no paran de incordiarme hasta que las escribo.
¿Has sufrido el síndrome de la hoja en blanco alguna vez?
Nunca; me las bebo.
En Un desfile de Sables haces un retrato crudo de las consecuencias del Golpe de Estado Militar en Argentina y vuelcas en el relato toda la rabia que compartes con aquellas que fueron víctimas de la sinrazón. Novela cruda en la que describes el mal como si fueras el biógrafo del mismo. ¿Por qué elegiste Argentina para ambientar la novela?
Sufrió dicho país una cruel y sanguinaria dictadura. Siempre he sentido el compromiso de alzar la voz contra quienes se creen no ya en el derecho, sino en el deber mesíanico de dirigir las vidas ajenas. Poner mi literatura al servicio de la libertad es vital para mí. Si no lo hiciera así, no escribiría ni una sola palabra.
El alarde de términos del que haces uso para describir el terror nace de…
De la lectura sin desmayo.
La fórmula escogida para contar los hechos ¿es común en tus escritos?
No, me gusta explorar territorios emocionales y espacios narrativos diversos. Lo recurrente conduce a la rutina, y esta mata la creatividad.
¿Qué sentías al volcar tu ira sobre las palabras?
Descanso, conciliación, sosiego.
¿Qué poso queda en el escritor al desnudarse de la forma que tú lo haces?
La satisfacción no del deber cumplido, sino de las emociones contadas desde el alma, que es el territorio de la verdad.
Define “terror”
Silencio.
Define “libertad”
Esperanza.
¿Cuál es el grado de implicación del autor con los personajes?
Total, aunque desde el respeto del sensorial y emocional de cada cual. Invadir o suplantar son sinónimos de pérdida.
Sueles hablarles a tus personajes (eso lo sabe quién te lee). Danos alguna razón aparte de que se trata de un recurso estilístico…
Qué mejor que un dialogo para conocernos, ¿verdad? Solo si yo les cuento a mis personajes quién soy, ellos me dejan narrar quiénes son: Quid pro quo.
En Noches de Ramblas realizas un derroche narrativo digno de mención, enfocado en una historia sencilla, una de amor frustrado y mucha, mucha melancolía. Intencionadamente buscas y encuentras a personajes ilustres para darles un papel en los diálogos; de ese modo Cernuda cobra vida, como también lo hace Pedro Salinas. Cernuda entrando en el Ateneo. Cuenta…
Quién mejor que él para desvelarlos el espíritu atormentado, melancólico, como lo es el de Sevilla, una ciudad que tiene mucho lastre que dejar caer si quiere llegar al futuro con velocidad de crucero.
No dejas pasar la oportunidad para que el lector pasee por la Sevilla de antaño. Defiéndete.
Noche de Ramblas es la historia de una familia catalana. Pero ¿qué hago yo describiendo el discurrir de un clan por una ciudad que desconozco por completo? Tenía que traerme a la pareja de recién casados para meter luz fragancias, sonidos, colores… en un relato tan marcadamente oscuro y trágico, que tragedia no tiene por qué significar derramamiento de sangre; también lo es herir los sentimientos, cortar las ilusiones… ase sinar las esperanzas y tronchar los proyectos que genera el amor.
Al final, pocas alegrías. ¿Eres un autor trágico?
Más bien mi estado natural es la melancolía y esta, más veces de las deseadas, nos aboca a la tragedia. Pero yo amo la vida.
¿Crees que la alegría da menos juego que la tristeza a la hora de narrar?
Es que resulta más fácil hacer llorar que reír. La vida cotidiana nos lo proclama a cada instante; si no, contemplemos un telediario cualquiera.
¿Te consideras un autor descriptivo?
El adjetivo es mi bandera; el detalle, mi patria.
Danos un par de claves para penetrar en esta bella historia.
Tener el deseo de descubrir la gran historia que se agazapa en unos personajes que bien podrían ser el reflejo de nosotros mismos; claro, salvando las distancias temporales.
Alegato final:
Escribir no es mi trabajo, pero sí que es sin duda lo que mejor sé hacer. Con cada palabra plasmada en Noches de Ramblas os entrego un trozo de mí, aunque infinitesimal, que aún me queda mucho por escribir, mucho por disfrutar. ¿Me acompañáis en esta maravillosa aventura?
No abandonas tu estilo al abordar Tres tumbas para un soldado (Anantes 2015), Juan Carlos, siempre das paso a la voz de ilustres literatos españoles. Confiesa el por qué.
Ellos son el escudo de grandes verdades. Cuando me siento indefenso me acerco hasta ellos en busca de la seguridad que necesita el ejercicio de escribir desde la sinceridad.
¿Quién es Antonio Caballero?
Uno de mis mejores amigos, mi hermano sin lazos de sangre. Una pena que no pudiese andar el camino de la vida junto a él. Murió apenas cumplidos los quince años. Pero yo con esta obra lo he resucitado para siempre.
¿Es Tres tumbas para un soldado una Novela Histórica?
Es un alegato contra las guerras que por desgracia ensombrecen y pudren la Historia de la Humanidad.
¿Es un libro de guerra o, en cambio, se trata de un libro de paz?
Tú lo has dicho: de PAZ. Con esta novela quise, tal vez me excedí en mi pretensión, hacer sentir al lector o lectora la necesidad vital de vivir siempre en un territorio de paz, en un espacio de acogida, de encuentro.
Háblanos de la tristeza como telón de fondo de tus grandes novelas
Más bien melancolía. Es cierto que mis escritos dejan un poso de melancolía tras su lectura. Pero es que solo desde la melancolía somos capaces de expresar con intensidad, pero sin acritud, nuestros más íntimos sentimientos. Eso procuro tenerlo presente cuando abordo una novela extensa o un relato breve.
El lenguaje, de nuevo impecable. ¿Recurres con frecuencia al diccionario?
Pocas veces. Sí que debo reconocer que soy muy quisquilloso con la repetición de palabras, y en este sentido tengo a mano un diccionario de sinónimos.
Cuéntanos alguna manía de Juan Carlos Pérez López a la hora de escribir.
Ninguna. No desarrollo ninguna ceremonia para invocar la inspiración. Escribo en soledad total, pero de igual modo lo hago en ambientes bulliciosos como mi trabajo o el salón de mi casa con mis hijos charloteando o regañando, y con la televisión a viva voz. También escribo en el trabajo; cinco minutos libres es una oportunidad única para escribir o plantear una idea que tal vez ha surgido al socaire de alguna conversación con alguna clienta.
¿Tienes especial cariño por alguna de tus obras?
Noches de Ramblas sin duda alguna es muy especial. Por el tema, por el lenguaje, por el despliegue de recursos literarios. Ella fue mi campo de pruebas para considerarme escritor, pero eso no significa, ni mucho menos, que me considere literato.
Juan Carlos siempre lleva a gala ser hijo de su tierra natal, en concreto de Torreperogil (Jaén) y es allí una persona muy reconocida. Háblanos un poco de ese orgullo.
Haber nacido en Torreperogil es la impronta de mi carácter. Sin ser torreño no sería el que soy. En las calles de Torreperogil aprendí a disfrutar de la mejor experiencia que puede tener un ser humano: la infancia. Torreperogil es mi pasado, quiero estar vinculado a él para sentir que mi presente está allí. Quiero que mi futuro en Torreperogi. Y eso no significa necesariamente presencia fisica. En los lugares amados se puede estar de múltiples maneras; los sentimientos son el mejor puente de unión.
Francisco Javier Torres Gómez
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