“El exterior de una nave no es lo fundamental, lo importante son las modificaciones y el pago por la carga” (Han Solo sobre el Halcón Milenario)
“¿En serio?” (Chamberlain sobre la invasión de Polonia por Hitler)
Cuando un grupo saca un disco nuevo hay carnaza para buitres por todas partes. Yo el primero, oigan. He de reconocer que cuando sale un nuevo trabajo de un grupo que admiro lo espero como ése al cual le presentan a otra persona bajo grandes expectativas. “Esta tía es de Champions”. Perdón por el acto de machismo, nazismo, racismo y muchascosasismo pero es que soy varón heterosexual. Y soltero. Mi usuario de twitter al final, gracias chicas. Pero oye, cuando te la presentan piensas “bueno, venga, bah, no es para tanto pero vamos a darle una oportunidad”. Luego pasa que lo mismo no hay por dónde cogerla, pero oye, ha habido intercambio de fluidos y no vas a decir que no.
Llega un día en que te das cuenta de que, efectivamente tienes que decir que no. Algo parecido a cuando estás escuchando un disco que esperabas de un grupo que esperabas, y resulta que ni el disco ni el grupo son tan de Champions como te los pintaron. Y eso que donde caga Vetusta Morla comen el 95% de los grupos españoles. Sin embargo, hay algo en su último trabajo, “La Deriva”, que no acaba de funcionar.
Detalles, diría.
Vamos por partes. Los seis de Madrid empezaron con un gran disco, muy íntimo, potente en las letras y variado en ritmos. El segundo, “Mapas”, fue un buen disco. Redondo, con algo de experimento, letras pegadizas pero sin caer en el facilismo. El tercero cambia en esencia pero no en presencia.
-¿Qué dice este tío?
Vale, tienen razón, no he dicho nada del todo comprensible. Seré más directo: las letras han variado en aquello que cuentan, pero (por fortuna) no lo han hecho en cuanto al modo en el que lo hacen y tampoco en la instrumentación. Repito, por fortuna, porque si algo tiene de valor “La Deriva” es la extraordinaria calidad de Álvaro B. Baglietto al bajo y Guillermo Galván a la guitarra. Además de la voz de Pucho, claro. Con esa combinación realmente podrían tocar La Barbacoa y serían hasta molones, fíjense.
Si algo caracteriza a Vetusta Morla es, además, que sus canciones no dicen nada de forma directa. Tenemos en este disco una canción como Golpe Maestro, vean apuntes de su letra:
“Robaron las antenas, / la miel de las colmenas, / no nos dejaron ni banderas que agitar”
…o como la propia de La Deriva:
“He tenido tiempo de desdoblarme / y ver mi rostro en otras vidas. / Ya tiré la piedra al centro del estanque”
…y otras:
“Si pudieras rozar / Antes de prohibir, / Los laberintos del festín” (La mosca en tu pared)
“Yo guardo la fe, / Tú encuentra el milagro” (¡Alto!)
“Trajeron ropas para impresionar, / Trapos y pieles en forma de abrigo. / Pero, ¿quién quiere taparse si aún no conoce el frio?” (Fuego)
…y así.
Esto no les aleja mucho de lo que hacen Coldplay o sí, sé que lo están pensando porque todos lo dicen, de Radiohead. Ahora bien, el día que Vetusta Morla hagan una canción como No surprises me empanaré un brazo y me lo comeré mirando a los extensos campos de Illinois. Prometido.
Entretanto podemos disfrutar de intentos de hacer una música acorde (jo, jo, ya tienen ahí el chiste malo de la semana, “acorde”, “música”… es igual) con los nuevos tiempos. Parece ser que Golpe maestro pretende hablar acerca del timo social en el que andamos metidos. Ya saben, banqueros que quiebran bancos, acaban en la cárcel y el que luego acaba encausado es el juez que los mandó a prisión. El intento de abandonar el tono sensible de sus discos anteriores, aunque se mantiene en Cuarteles de invierno, sigue presente al final, cuenten lo que cuenten.
Y es que a esto me refería antes. El disco suena a persona que sigue teniendo la misma cara pero se ha cambiado de ropa. Hay un enorme valor, qué duda cabe, en no caer en ciertas cuestiones facilonas como le pasó a Niños Mutantes con Caerán todos los bancos o a Amaral con su último disco. No tienen letras demagógicas, ni se van a convertir desde luego en himnos revolucionarios. Pero es que es Vetusta Morla, no los Modena City Ramblers cantando Oh Bella Ciao. Los de Madrid dan lo que todos esperábamos que dieran.
No se trata de un mal disco, ni mucho menos. Quizá, de hecho, es un disco lógico. Es un trabajo esmerado en las percusiones, como en Fiesta mayor, y en general llega incluso a ser más redondo que Mapas. El problema es que, a cambio, esto se paga con menos estribillos en canciones francamente buenas como ¡Alto!, que acaban redundando en un trabajo menos innovador de lo que realmente apuntaba.
Aarón Reyes (@tyndaro)
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