Tormentos y alegrías de un romance que pasará a la historia
Paco de Lucía en un concierto del Teatro Real de Madrid. 2010
Escribo porque hablar no puedo. Muda y huérfana me encuentro. Dentro de mí solo resuena el lamento de un país que llora y el quejio de algún grande que todavía en este mundo queda.
Su luz, su sombra y su calvario… “La bajañí me tiene loco” así se lamentaba Paco de un idilio que duraría hasta el final de sus días y eternamente en la memoria de quien disfrutó nuestro enlace.
Fui amante exigente y hacia mi se refería a veces con despecho, cuando en sus manos doloridas, recordaba las tardes que de niño le robé a su infancia.
-“¡Hija de la gran puta!”.
Que me disculpe su viuda pero fui yo el amor de su vida.
El destino y un carácter testarudo quisieron que la muerte lo encontrará lejos de mí, en una playa de Méjico, disfrutando de lo que realmente le alegraba: jugar a fútbol con sus hijos.
Yo no estaba invitada ni en esta, ni en otras ocasiones en las que me dejaba atrás para huir de la presión de tocarme.
Al final la vida nos ha puesto en el mismo lugar, él sin posibilidad de envejecer y yo a merced suya, por siempre eterna.
Hubo tiempo de odio, pero también de gloria. Juntos recorrimos el mundo fusionando en notas vibrantes el encuentro de dos mares.
Al flamenco le dio un nuevo aire y a los clásicos les hizo honra.
Camarón aguarda impaciente la llegada de su compañero a ritmo de soleares.
Hoy me apropio yo de esas letras que tantas veces he escuchado.
Si mi mal no tiene cura
yo le estoy pidiendo a Dios,
que en la misma sepultura
nos entierren a los dos.
Impacientes esperamos Algeciras y yo, la vuelta del maestro en el último encuentro que aún nos queda.
Lola J. Carrillo Elkin.
Madrid 26 de Febrero del 2014
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