Si nadie entiende,
¿qué importa?
Si juzgan a flor de piel,
¿qué importa?
Si me van dejando sola,
¿qué importa?
Mientras Tú sigas estando,
¿qué importa?
Mientras mi fe no se quiebre,
¿qué importa?
Camino por tu camino
Las demás sendas,
¿qué importan?
Más allá de las palabras, del mundo, de otros caminos. Tú eres
¡y es lo que importa!
Tal vez este poema no les suscite nada a simple vista. Sin embargo, al igual que las profundas palabras que componen esta obra, una recóndita esencia desconocida aguarda este poema y muchos otros con gran impaciencia.
Les daré una pista, parte de la riqueza de este poema proviene del grupo en el que fue escrito: la generación del 27. Efectivamente, esa explosiva genialidad que impulsó la literatura española hacia un paraje distinto, opulento de novedades. En esta Edad de Plata se funde la protesta contra lo tradicional del siglo XX con el exordio de la pureza estética, lo culto, lo popular, el verso libre y la renovación de la metáfora.
Así es cómo esta generación impregna los libros de cultura. Representados por un momento icónico (en el que todos ellos se reúnen en el Ateneo de Sevilla como homenaje a Góngora), artistas como Federico García Lorca, Rafael Alberti, Jorge Salinas, Luis Cernuda y algunos más, marcan una época inaudita que forma parte de la historia española.
Sin embargo, hay un estrépito grito agazapado bajo estos conocidos poetas que aún no ha sido reconocido. Una de las frases de este poema “Camino por tu camino” lo describe a la perfección.
Hubo diversas obras que caminaron bajo la sombra de estos autores, poemas que reflejaban la situación que vivían, poemas que describían sentimientos nervudos, obras escritas por las mujeres del 27.
Si, estas grandes desconocidas formaron parte de la literatura con el aporte de grandes obras al igual que sus congéneres. Mantenían amistad con ellos, compartían conocimientos, pensamientos e historias juntos. Pero, sin embargo, prácticamente ninguna ha sido reconocida al mismo nivel.
Es realmente difícil acceder a algunas de sus inéditas obras, ya que estas prácticamente fenecieron en el tiempo. Lo máximo que se conoce de dichas mujeres, son las historias amorosas que mantenían con algunos de los miembros del grupo (como el famoso romance entre Antonio Machado y Pilar de Valderrama). Esto crea un vacío histórico en el que las que valiosas obras escritas por estas mujeres quedan enterradas bajo el trabajo de la conocida generación.
Así tenemos, por ejemplo, a Ernestina De Champourcin (1905-1999) de orígenes aristocráticos y educación privilegiada. Feminista moderada, republicana y autora de este poema inicial. Se formó junto a la figura de Juan Ramón Jiménez, quien fue su maestro y amigo. Publicó en “El Heraldo de Madrid” y en “La Época”. Realizó actividades en el Lyceum Club Femenino. Formó parte del Opus Dei desde los años cincuenta, centrando su obra en una dirección: del amor humano al amor cristiano. Una de las características que la hace especial, es que se enorgullecía de los libros que había devorado leyendo en la biblioteca de su padre, más que de aquellos que había escrito.
También tenemos a Gloria De la Prada (1886-1951), de familia andaluza y quien con sus cantares rescata la poesía popular 17 años antes de que lo haga García Lorca. Además de poeta, fue narradora, publicando varias novelas y cuentos en algunas de las colecciones más populares como “Los contemporáneos” y “El cuento Semanal” Así destacan obras como “Por una coleta” (1911) o “El cantar de los amores” (1912).
Continuando con poetisas andaluzas, encontramos a María Luisa Muñoz de Vargas (1898-1955). Adopta el nombre de Maria Luisa Muñoz de Buendía tras casarse. Estudia en Inglaterra y aprende el idioma que le servirá para traducir en el futuro. Se convierte en la primera mujer en publicar de manera habitual en la prensa onubense y salta a las páginas de la Revista “Papel de Aleluyas” (definida como de literatura y arte) y añadiéndole un nuevo enfoque denominado “hojillas del calendario de la nueva estética” en el que colaboran Alberti, Cernuda, Gerardo Diego y Gómez de la Serna. Además, dibuja su destacada trayectoria publicando algunos cuentos en Escribió en “Cervantes” y “Pictorial Review”. De esta manera, nos embauca con obras como la novela “Herrumbre en el alma”. Esta autora ha sido investigada por María Paz Díaz Dominguez, autora de varios ensayos sobre las primeras periodistas onubenses.
Otra de estas poetisas y, quizás la más conocida, es Pilar de Valderrama (1889-1979), Más conocida como “Guiomar” por la relación que mantuvo con Antonio Machado, con el que intercambiaba cartas semanales y reuniones escuetas en algunos cafés. Pertenecía a la alta burguesía madrileña. Fue miembro del Lyceum Club y formó en su casa una compañía de teatro de aficionados llamada: Fantasio. En 1930, fue nombrada miembro de la Real Academia Hispanoamericana de Cádiz. Dos años más tarde de su muerte, se publica “Si, soy Guiomar”. Memorias de mi vida” junto a las cartas de Machado que fueron donadas a la Biblioteca Nacional de Madrid.
Por otro lado, tenemos a quien fue la primera mujer en ingresar en la Real Academia Española (el 28 de enero de 1979.): Carmen Conde Abellán (1907-1996). En 1933 cofundó la revista “Presencia”. Participó en la creación de la primera Universidad Popular de Cartagena, impartió conferencias y cursos. Tras la guerra civil, en la que ella y su marido habían tomado partido por el bando republicano, se vio obligada a instalarse en Madrid, donde fue vecina de Vicente Aleixandre, y a publicar con los seudónimos de Florentina del Mar y Magdalena Noguera (o en ediciones particulares). Su obra más famosa fue el poemario en prosa “Júbilos” (1934).
Hasta ahora, todas las poetisas que hemos relatado se dieron a conocer con sus obras. Sin embargo, a Margarita Ferreras la conocemos gracias a las memorias de Manuel Altolaguirre, quien le siguió la pista. Una de las cosas que sabemos gracias a él, es que su verdadero nombre era Margarita Cañedo y que marchó a Valencia (donde, según cuenta, enloqueció) debido a la guerra civil. Fue partícipe de la vida cultural de la Generación del 27, socia del Ateneo de Madrid, la Residencia de Señoritas y el Lyceum Club Femenino. Además, asistía a eventos frecuentados por los intelectuales de la época. Algo especial de esta escritora es que nadó a contracorriente de las reglas morales y sociales asociadas a las mujeres, abogando siempre por palabras liberales. En cuanto a su obra, “Pez en la tierra” fue la única que publicó gracias a Concha Méndez y Manuel Alltoaguirre. Es una obra poética vanguardista basada en el amor.
En contraposición a las buenas familias de las que provenían las poetisas anteriores, Lucía Sánchez Saornil (1895-1970) nació en el seno de una familia pobre, muriendo su madre y hermano muy pronto. Estudió bellas artes (donde se relacionó con la vanguardia literaria) al mismo tiempo que trabajaba en telefónica. Finalmente, empapada por dicha vanguardia, se decanta por la poesía y, en 1919, por el movimiento ultraísta. A raíz de ello, publica sus poemas en revistas como “Tableros”, “Plural”, “Manantial” y “la Gaceta Literaria”. Sin embargo, en los años veinte enfoca sus energías en el anarquismo, participando en conflictos sociales y escribiendo en diversos periódicos anarquistas. En 1936, fundó junto a Mercedes Composada y Amparo Poch, la organización feminista y libertaria «Mujeres Libres”. Respecto a sus obras, “Manifiesto ultraísta”, publicado en la revista Cervantes en el año 1919, resalta su dedicación al ultraísmo. Después, durante la república, manifiesta un sesgo colaborando activamente en publicaciones libertarias como “Tierra y Libertad”, “Solidaridad Obrera” o la revista de la CNT madrileña. Además, llama la atención una escueta producción poética dedicada al amor lésbico, escrita bajo el seudónimo masculino “Luciano de San-Saor”.
Dedicando parte de su vida a las ciencias además de la escritura, encontramos a María Cegarra Salcedo (1903-1993), química y poetisa. De familia andaluza y comerciante, María basará su inspiración en la temprana muerte de sus hermanos. Fue la primera mujer en obtener el título de perito químico en España, siendo así profesora en distintas universidades españolas. Cultivó la amistad de relevantes personajes contemporáneos: el periodista Raimundo de los Reyes; el crítico Antonio Oliver; los poetas Carmen Conde, Miguel Hernández y Ramón Sijé. Su obra es profunda y humana, llena de sentimiento. Destacan así sus dos obras más trágicas debido a la muerte de sus hermanos: “Cristales míos” y “Poemas para un silencio”.
Estas escuetas descripciones son insuficientes para dar a conocer las apasionantes vidas y la interesante investigación realizada sobre estas poetisas. Aunque la mayoría de ellas vieron sus vidas turbadas por la guerra civil, cada una de ellas continuaron formando parte de una irrepetible corriente literaria cuyo puzzle aún está incompleto.
Ellas, junto a muchas otras como Casilda de Antón del Olmet, Concha Méndez, Josefina Bolinaga, Esther López Valencia, Marina Romero Serrano, Josefina De la torre Millares, Dolores Catarineu, Elisabeth Mulder Pierluisi, Rosa Chacel Arimón, Josefina Romo Arregui, Josefina Bolinaga y un largo etcétera, constituyen parte de un patrimonio perdido que ciega el amplio espectro de la calidad literaria que aporta esta generación a la historia y cultura actual.
Este breve acercamiento se trató de realizar de una manera más intensiva y profunda en una exposición realizada en Sevilla entre el 17 de diciembre y 5 de enero en el Centro Cívico las Sirenas (donde fuimos privilegiados de conocer la información de cada una que aquí se expone). Organizada por las fundaciones “Arteapuntas” y “Trinidad Comas” tras empaparse de un largo y escabroso trabajo de investigación para informar y darnos a conocer esta parte de nosotros. A pesar de las dificultades que presenta en sí una investigación (y aún más tratándose de un tema olvidado, con la consecuente dificultad para encontrar cualquier tipo de dato) lograron embebernos de obras perdidas mediante una envolvente conferencia de la periodista y escritora Eva Díaz Pérez y diversos paneles explicativos extraídos de un gran catálogo de investigación realizado por dichas asociaciones realizando un tributo único a la mayoría de ellas.
En resumen, echando una vista de soslayo al pasado, encontramos a mujeres artistas apartadas en el rincón del olvido. Pero, actualmente, con la posibilidad de conocerlas, ¿estamos otorgándoles el lugar que merecen?
Elena Sokolowski Barron (@sokolova)
Muy interesante hay que difundirlo