En 1989, el escritor Michael Crichton publicó una novela con una trama mezcla de aventuras, ciencia-ficción y terror. La historia transcurría en una isla de Costa Rica en la cual un excéntrico millonario, John Hammond, había decidido cumplir el sueño de su vida: crear, a través de ingeniería genética, un parque en el que las atracciones fuesen auténticos dinosaurios para que todo el mundo pudiese disfrutar de unos animales extintos hace unos 65 millones de años. Para conseguir la aprobación y apertura del parque, Hammond necesita tranquilizar a sus socios inversores, así que debe obtener el visto bueno de varios expertos: el doctor en Paleontología Allan Grant (Sam Neill), la paleobotánica Ellie Sattler (Laura Dern) y el matemático Ian Malcom (Jeff Goldblum).A este grupo de expertos se les une un abogado, representante del grupo inversor) y los dos nietos de Hammond, de visita familiar con su abuelo. Todo parece ir de maravilla (no se había escatimado en gastos) hasta que una tormenta tropical y un corte del suministro de luz (provocado por Dennis Nedry, un informático que desea realizar espionaje industrial) provocan el caos en la isla. Con los sistemas de seguridad invalidados, los dinosaurios camparán a sus anchas por el parque, provocando el terror entre los visitantes de Jurassic Park.
La publicación de esta interesante novela proporcionaba un material bastante potable para una película, así que varias productoras se lanzaron a la compra de sus derechos. Derechos que consiguió Universal Pictures, encargándole a uno de los directores más afamados de finales del siglo XX, Steven Spielberg, que lo dirigiese. Spielberg, por aquellos entonces, se encontraba más preocupado por un proyecto muy deseado personalmente: la realización de la historia de Oskar Schindler, un magnate alemán que salvó la vida de miles de judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Proyecto interesante, pero tremendamente costoso y, en principio, “poco popular”. Así que la productora le ofreció la idea de rodar esta adaptación de la novela de Crichton a cambio de obtener “carta blanca” para su añorado proyecto que se titularía La lista de Schindler.
Posiblemente Jurassic Park es la historia de una de las películas con más “pretendientes” por lo menos de la década de los noventa. No solo Universal se interesó por la novela, sino que otras grandes productoras, con famosos directores también deseaban “hincarle el diente” (perdón por el chiste fácil) a estos dinosaurios. Haciendo incluso un poco de “historia ficción” podemos imaginar el resultado: James Cameron, que hubiera rodado una película espectacular (más si cabe) y de tres o cuatro horas como mínimo; Joe Dante, que seguramente hubiera añadido más sangre y vísceras al film; o Tim Burton, que posiblemente hubiera rodado un parque onírico y maravilloso, sonaron para el film. Para el elenco de actores ocurrió exactamente lo mismo: Kurt Russell y Harrison Ford como el paleontólogo Allan Grant. Juliette Binoche para interpretar a la doctora Sattler, o Sean Connery como el millonario dueño del parque fueron algunos de los nombres que rondaron la cabeza de los productores. ¿A qué se debió, entonces, el contar con actores no tan conocidos para los papeles principales? (eximan de esa terna de “poco conocidos” a Richard Attemborough, que se llevó el papel del millonario John Hammond y a Jeff Goldblum como el extraño matemático). Básicamente la respuesta la tuvo, como en la mayoría de los casos en el Cine, el presupuesto. Con un presupuesto de algo más de sesenta millones de dólares, no se podía fichar a ciertas estrellas porque las auténticas debían ser creadas: Spielberg quería dinosaurios; y dinosaurios iba a tener…
Las verdaderas estrellas de esta película son los dinosaurios, creados algunos de ellos a escala real, son animatronics (una especie de robots) que dotan a estos fantásticos animales de una pátina de realidad de la que adolecen ciertas producciones actuales (sin ir más lejos, la actual Jurassic World, estrenada en este 2015). Unas estrellas fugaces en pantalla, puesto que de las algo más de dos horas que dura el film, los dinosaurios suman en pantalla unos quince minutos en total. A Spielberg, que ya había jugado con esa baza de hacer aparecer a los monstruos durante poco tiempo (recuerden la escasa presencia “real” del tiburón blanco en la película Tiburón, del mismo director), le había vuelto a salir la jugada redonda. La escasa aparición de los grandes reclamos y auténtico leit motiv del film llena de una mezcla de suspense y tensión toda la obra, puesto que uno ve Jurassic Park con la incertidumbre de pensar cuándo aparecerán, sin previo aviso, unos monstruos que siempre están presentes, pero casi nunca dan la cara.
Los detractores del film le achacan la enorme diferencia que existe entre la película y la novela (y es cierto al cien por cien). Pero no debemos olvidar que el lenguaje visual es tremendamente diferente al literario; y condensar una obra de más de cuatrocientas páginas en dos horas no es nada fácil. Los personajes son más planos, pierden interesantes matices, así como el tono general de la obra se edulcora, ya que la novela es más oscura, con más recovecos que enriquecen el resultado final. Se pierde en demasía el debate moral que plantea lo que puede y lo que debe hacerse. Pero esta era una obra de Spielberg, era una película familiar y a veces se nota demasiado que el director está cumpliendo, en parte, un trámite.
No obstante, y a pesar de todo esto, Jurassic Park es una interesante película de aventuras que podemos dividir en dos tramos bien diferenciados: una primera parte más tranquila, más científica, en la cual se nos presenta a los protagonistas y se explica cómo se ha conseguido crear a los dinosaurios (apunten un tanto al señor David Koepp, guionista final de la película, y que consigue hacernos creíble y posible, casi de andar por casa, el modo de crear dinosaurios gracias a la ingeniería genética); y una segunda parte, que es pura acción, y en la que aparecen los dinosaurios por los que uno paga una entrada de cine.
Jurassic Park, nos guste o no, marcó un hito en la historia del Cine, aun siendo una película “poco deseada” por su director, puesto que revolucionó los efectos especiales del cine de la década de los noventa. Además, se convirtió en un auténtico fenómeno de masas, llegando a recaudar más de novecientos millones de dólares en total, y ganando tres Oscars de la Academia. Pero el gran triunfo de esta película fue, quizá, conseguir poner de moda a estos “animalitos” que habían vivido hace unos sesenta y cinco millones de años. Muñecos, camisetas, tazas, series de televisión, libros de divulgación general… los dinosaurios habían conseguido con, literalmente, “quince minutos en pantalla” una fama que, a tenor de los resultados, podemos calificar de “eterna”.
Jurassic Park es una película que trascendió la barrera del cine en líneas generales, para insertarse en el imaginario colectivo de toda una generación (dentro de la que me incluyo). Aun recuerdo la primera vez que acudí a verla, en el cine de verano de mi pueblo natal (aquí llegó la película casi un año después de su estreno). Un cine de esos con sillas de hierro tremendamente incómodas, con una barra en la que podías comprar golosinas y palomitas, y también un bocadillo de lomo con mayonesa (en los pueblos, como bien sabe mi amigo Ricardo, no nos andamos con ciertos remilgos). Todavía recuerdo el estar allí sentado entre una sala llena de niños, y apretar la mano de mi padre la primera vez que el Tiranosaurus Rex toca, con su pata, la verja que debía estar electrificada, pero que no lo está. Sigo reviviendo esa fascinación por unos falsos Velociraptores, por el ojo y las mandíbulas del Rex, por la puerta de madera (homenaje a King Kong) que daba la bienvenida a los visitantes de Jurassic Park…
Sigo disfrutando, cada vez que la veo, de una película que tiene el poder de hacer que regrese a mi infancia; y que, a pesar de sus fallos, me sigue pareciendo una gran película. Porque Spielberg sabe, como pocos, hacer los sueños (o las pesadillas) realidad. Me siguen gustando los dinosaurios (a pesar de que no sean como los de la película). Me sigue gustando, más de veinte años después, Jurassic Park.
Carlos Corredera (@carloscr82)
Me parece que ahora apreciare mejor a los dinosaurios ademas los esqueletos que vimos en N York parece hasta verosimil
En resumen bien