Mucho se viene hablando sobre la “memoria histórica” desde hace unos años, aunque, como es normal en este país, se emplea como arma política y se asocia el conocimiento objetivo del pasado a un esquema maniqueo de buenos y malos referido siempre a la Guerra Civil Española.

Esto supone, en mi opinión de historiador, un hándicap a la hora de entender el término y de acometer la rehabilitación de personajes históricos olvidados, acontecimientos soslayados, historias, en definitiva, perdidas. Éste debería ser el enfoque global cuando se habla de “memoria histórica”.

Hace pocos días, navegando algo aburrido por internet, di con un artículo publicado por un investigador llamadoJosé Manuel Sanchís sobre un hecho que me toca muy de cerca. El tema en cuestión era una explosión ocurrida en el poblado minero de La Reunión[2] en la primavera de 1904 y que, por el número de bajas que ocasionó, según el autor, constituye hasta la fecha, el peor siniestro acaecido en la minería española.

Conforme iba leyendo el artículo en cuestión[3] me iba adentrando más y más en los misterios de la historia de las pequeñas comunidades y que están imbricados con otros sucesos más importantes que sí aparecen en los libros de uso académico. La otra cara de la moneda es la queja que hace el autor sobre lo desconocido de los hechos, pese a la gravedad de los mismos, el olvido patente dentro del propio pueblo y el oscuro y triste destino de los obreros que fallecieron aquella lejana madrugada primaveral de 1904.

PRECEDENTES: LA REUNIÓN 1904

El poblado minero de La Reunión era, en 1904, muy diferente a como sería hacia las décadas de 1920-30, cuando era una pequeña ciudad industrial, propiedad de la compañía de ferrocarriles MZA, con equipamientos último modelo que incluían varias estaciones eléctricas, economatos, una fábrica de hielo y todo lo necesario para el abasto de una población en alza.

Hacia 1904, siguiendo la obra de J. Tomás García “Historia de la minería sevillana del carbón”, los obreros, muchos de ellos temporeros procedentes de Extremadura, Andalucía Oriental, Galicia y Portugal[4], se hacinaban en barracones construidos con bloques de madera y pobres tejados, muy similares a los blocaos que los soldados españoles construirían durante la Guerra de Marruecos unos años más tarde. Prácticamente los únicos edificios de cierta entidad correspondían a las oficinas de la compañía de minas y los equipamientos laborales propios de la extracción y laboreo del carbón de hulla que producían dichas minas, junto a un cuartel de la Guardia Civil con una potente dotación[5], pensada para intimidar a los mineros, cuya conflictividad laboral ha sido siempre alta. Éstas no pertenecieron desde el principio en exclusiva a la empresa ferroviaria MZA, sino que diversas sociedades eran propietarias de concesiones de extensión variable[6], como establece Tomás García en su obra ya citada. Estas minas, generalmente de pequeño tamaño y con nombres bastante peculiares[7], solían ser abandonadas a los pocos años de la concesión.

Con el tiempo, MZA, empresa en la que la familia Rothschild[8] tenía invertido un ingente capital, fue haciéndose con todas las concesiones de la cuenca, gracias a las actividades de sus agentes en España: Isaac Pereire, Baüer, Weissweiler y Edmund Thiéry[9], usando el carbón de la misma, prácticamente inútil para la siderurgia, para abastecer las locomotoras de sus líneas y abaratar el precio del combustible, hasta entonces importado de Francia o Gales.

En el aspecto laboral, la jornada era de unas “soportables” 10 horas sin distinción de edad o sexo (jornada que presumiblemente disfrutaremos de aquí a unos años), ya que legalmente no tenía un límite y éste lo ponía la empresa.

EL ACCIDENTE: 28 DE MAYO DE 1904

El relato que Sanchís efectúa del desarrollo del mismo y de los días siguientes es bastante vívido y sigue las noticias que iban apareciendo con cuentagotas en diversos diarios de tirada nacional y provincial. No es cometido de éste artículo copiar la investigación al pie de la letra, sino dar una panorámica del suceso y resaltar algunos aspectos llamativos o polémicos.

El siniestro se produjo de madrugada, cerca de las 4 de la mañana, en el Pozo Nº 5, el principal pozo de extracción de la cuenca hasta su cierre definitivo. Tras una acumulación de grisú[10], se produjo una explosión que, como relataron con posterioridad los medios, produjo un derrumbe en la galería donde se encontraban los mineros. Al explotar el grisú, hace arder el polvo de carbón en suspensión dentro de las galerías, avanzando como una lengua de fuego, hasta que se extingue.

Tras el rescate de los cuerpos y su posterior autopsia, se llegó a al conclusión que algunos habían muerto, efectivamente, quemados, mientras que otros, atrapados en una atmósfera irrespirable, habían fallecido asfixiados.

Como expone Sanchís, siguiendo a los artículos de prensa disponbles (muchas veces redactados de manera telegráfica, al uso de la época) la causa final del siniestro fue un error humano: un adolescente, encargado de manejar un ventilador manual para evitar concentraciones de gas, se quedó dormido, dando lugar a una acumulación de grisú. Al despertar, intentó fumar un cigarrillo y, para encenderlo, abrió la lámpara de seguridad, produciéndose la explosión fatal. Los artículos señalan que se encontraron en las cercanías papeles de fumar que corroboraban la versión, cosa que parece algo inverosímil, pues se habrían volatilizado.

Inmediatamente se pusieron en marcha equipos de rescate para atender a los muertos y heridos, siendo el balance dramático conforme avanzaba el tiempo.

Patéticas escenas de dolor tuvieron lugar en las inmediaciones del “tajo” al personarse familiares y amigos de los trabajadores afectados, incrementándose el número de víctimas de hora en hora hasta arrojar un saldo final de 63 muertos y un herido, Manuel Crenes, único superviviente de la tragedia.

Por lo que  se desprende de la documentación conservada, la confusión fue grande en los primeros momentos, no sabiendo a ciencia cierta incluso la ubicación real de La Reunión. Muchas informaciones apuntaban, erróneamente, a que el accidente había tenido lugar en las minas de Belmez, provincia de Córdoba, dato que se repitió en sucesivos días y periódicos. Hay que entender que las comunicaciones entre Sevilla y La Reunión eran precarias en la época, de ahí el error.

Una vez identificado el lugar con exactitud, numerosos periodistas se desplazaron y comenzaron a enviar crónicas, algunas muy trágicas según el gusto de la época, alabando el arrojo de los mineros que no dudaban en arriesgarse a rescatar los cuerpos de sus compañeros. Uno de estos periodistas era nada más y nada menos que Alejandro Lerroux, cuya actuación retrata Manuel Sanchís de un modo muy acertado y de la que hablaremos más adelante.

Una vez informadas las autoridades de la magnitud real del suceso, se intentaron poner en marcha ciertas medidas de control por parte del alcalde, el ingeniero jefe, Alexandre Tombelaine[11] y el Gobernador Civil, dando parte al Gobierno central de Madrid.

ALFONSO XIII Y LERROUX, DOS PÁJAROS DE CUENTA

Al tener conocimiento el gobierno de los sucesos de La Reunión, ante la gran tragedia y la posibilidad de graves disturbios en la localidad, el presidente, D. Antonio Maura[12] comunicó a la Casa Real la conveniencia de que el rey Alfonso XIII, de gira por Andalucía, dedicase una visita a La Reunión para “confortar a las familias de esos pobres obreros”. La Casa Real, aduciendo problemas de agenda, se negó. Un gesto, que, sumado a muchos otros, acabarían socavando el prestigio del rey ante la gente común, desembocando en su expulsión de España en 1931.

Por aquel entonces, Alfonso XIII llevaba sólo dos años reinando y tenía 18 años de edad. Hemos de suponer, aunque sólo sea una maliciosa conjetura, que un joven privilegiado y además, con unas ideas muy fantasiosas sobre sus prerrogativas como rey, viese la visita como un fastidio que se apartaba bastante de sus aficiones: el deporte, los coches, las mujeres de los demás y meterse en política.

Una actitud muy diferente tuvo Alejandro Lerroux[13], incansable demagogo y político corrupto (puede ser considerado un precursor de la actual casta política, sin asomo de duda), que se personó en la Reunión enviado por el periódico republicano “El Pueblo”, al que remitía unas crónicas de una demagogia tal que son ilustrativas del personaje. En una de ellas asume que, una vez vista la zona de la catástrofe, ésta ha sido “eminentemente burguesa”. Como un accidente puede ser burgués o proletario es algo que se me escapa. En otra ocasión, de forma retorcida, señala que el hospital que la compañía tiene en La Reunión es último modelo, ya que la compañía MZA sabiendo que las minas son peligrosas en extremo, lo tiene en previsión de los graves accidentes que, con total seguridad se iban a producir más tarde o más temprano. Si las minas fuesen seguras, no haría falta hospital alguno, es lo que viene a decir.

Sin embargo, su actuación se tradujo en parte en una ola de solidaridad hacia las familias de los fallecidos, que recibieron contribuciones de asociaciones, sindicatos y colectivos como los conductores de tranvías y las cigarreras de Sevilla, para socorrerles.

Aunque pudiese parecer que entre el rey crápula y el republicano demagogo, anticlerical (suya es la frase “levantad el velo a las novicias y elevadlas a la categoría de madres”) y corrupto pudiese haber una obvia animosidad, la verdad dista mucho de esa situación: ante el auge del catalanismo a fines del siglo XIX y principios del XX, protagonizado por Prat de la Riba, Cambó y la Lliga Regionalista (partido catalanista de derechas, como todos los partidos nacionalistas), el gobierno no dudó en financiar al Partido Radical y las actividades demagógicas de Lerroux  y de sus “Jóvenes Bárbaros”[14] entre los obreros catalanes. Preferían que éstos fuesen republicanos antes que catalanistas, y así les fue a los monárquicos. Con esta colaboración podemos hacernos una idea de la catadura moral de estos “pájaros de cuenta” como fueron Alfonso XIII y Alejandro Lerroux.

EL FIN DE LA TRAGEDIA Y EL OLVIDO

Una vez recuperados los cuerpos y realizada una somera autopsia con la presencia de un juez procedente de Lora del Río, cabeza del partido judicial, los cuerpos de los mineros fallecidos fueron trasladados a toda prisa y con fuerte escolta de la Guardia Civil (para evitar cualquier tipo de manifestación o altercado) al cementerio de Villanueva del Río, cabecera del municipio, distante 4 km. de La Reunión, ya que en el poblado minero no había camposanto. El traslado se hizo, al parecer, en carros tirados por mulas.

Una vez en el cementerio, fueron depositados, presumiblemente, en una fosa común sin ningún tipo de señal externa.

Al mismo tiempo se repartieron entre las familias de los afectados las contribuciones y ayudas que se habían venido recaudando de forma solidaria desde que se difundió la noticia del accidente.

Al parecer, el trato dado a los obreros muertos exacerbó los ánimos de sus familiares y compañeros, junto a la reivindicación de mejoras laborales, produciéndose una huelga de grandes proporciones que casi llevó al colapso la explotación. Para presionar, MZA cerró el economato de la compañía, cortando así el suministro de alimentos y ropa a los huelguistas, que a su vez, recibieron  apoyo económico de colectivos obreros de la región, como las cigarreras de Sevilla y los conductores de tranvías de la capital hispalense. A consecuencia de esta huelga, muchos obreros temporeros abandonaron sus puestos y regresaron a sus casas.

Tras algunos días de tensión, finalmente la huelga terminó con el compromiso de la empresa de mejorar las condiciones laborales y de seguridad.  Asimismo se emprendió la construcción del actual Cementerio de Santa Bárbara, terminado en 1905, como reza en una placa conmemorativa de mármol sita junto a la puerta.

Sin embargo, no hay noticia de que los restos de los obreros fuesen trasladados al nuevo cementerio, quedando en paradero desconocido y más que posiblemente, mezclados con los de los represaliados en Villanueva del Río durante la guerra civil.

Con el pasar de los días y los meses, el rastro de lo ocurrido se pierde en la memoria, hasta el punto de que, hacia 1929, un reportaje de ABC sobre la ya conocida como “Villanueva de las Minas”, a la que se pone como ejemplo de nueva ciudad industrial, se menciona el accidente de pasada, a cargo de una persona entrada ya en edad.

Esto constituye la principal crítica de Sanchís hacia la sociedad local, el olvido y el nulo reconocimiento hacia aquellas víctimas inocentes, que, llegada incluso la democracia, siguieron sin ser localizadas ni recordadas con ningún monumento o placa.

Por otra parte, como natural de la localidad, se podría achacar esto a la particular idiosincrasia de la población local, gentes de muy variada procedencia y que no tenían en común más que el trabajo en la mina. Además, la población estaba en constante movimiento y muchos obreros iban y venían sin crearse ningún arraigo, hasta que MZA tuvo a bien fijar la mano de obra a la cuenca para mejorar las rentabilidades.

Asimismo, hay que tener en cuenta que, como propietaria de los terrenos, equipamientos y casas, MZA había creado una colonia propia, en la que el ingeniero jefe gozaba de poderes omnímodos, siendo el alcalde del pueblo una mera comparsa sin poder efectivo alguno. Por tanto, es norma que se extendiera una “ley del silencio”, amparada en una serie de mejoras laborales y el miedo a perder el trabajo si se efectuaba la más mínima crítica, a lo que hay que sumar la presencia de un ya mencionado fuerte contingente de guardias civiles.

¿QUIÉNES FUERON?

De los fallecidos hay poca información, en comparación con otras explosiones posteriores, que sí aparecieron relatadas con profusión en el periódico de sucesos “El Caso”. Sus nombres y situaciones personales aparecen consignados en el informe forense que se custodia en los juzgados de Lora del Río desde hace más de un siglo. Algunas son especialmente dramáticas, por cuanto se trata de jóvenes entre 16 y 19 años, padres que dejan hijos de corta edad o viudas embarazadas. Mención especial merece Manuel Crenes (o Krenes)único superviviente, y que acabaría teniendo problemas emocionales el resto de su vida debido al trauma vivido. Otras muestran que algunos obreros convivían ya con lo que se calificaba como “amancebada” es decir, una mujer con la que no estaban casados. Otras son, en definitiva, curiosas, como la del minero Manuel Lillo, que se hacía llamar “Benigno Lorenzo”. Quizá tuviese cuentas pendientes con la ley o quizá hubiese abandonado una vida anterior para empezar de cero, eso no lo sabremos nunca.

A continuación les ofrezco un extracto con los nombres de los 63 mineros y el herido que protagonizaron el mayor accidente de la minería española por número de muertos y que han sido rescatados del olvido por Sanchís, a quien, desde estas líneas agradezco el gesto, por cuanto sirve para recuperar la “memoria histórica” de una comunidad que parece haberse desnudado de ella.

BAJAS DE LA EXPLOSIÓN DE 1904

Se ofrece la lista a título informativo y por lo que tiene de reivindicación y de curioso, huyendo de todo morbo o mal gusto, ya que se trata de un sencillo homenaje a unos paisanos que murieron trabajando dignamente:

  1. Abdón López: 39 años. Viuda y 3 hijos de 8, 6 y 3 años.
  2. Adolfo García: 33 años. Viuda y 2 hijos de 8 años y 6 meses.
  3. Agustín Cortizo: 26 años.
  4. Alberto Serrano: 29 años. Viuda con una hija de 2 años.
  5. Antonio Blanco: 28 años.
  6. Antonio Díaz: 25 años. Viuda embarazada
  7. Antonio García: 33 años. Viuda y 4 hijos de 11,8 y 6 años y 6 meses. El hijo mayor es inútil pues tiene una pierna amputada.
  8. Antonio Guijarro: 33 años. Un hijo de 7 años que vive con su abuelo.
  9. Antonio León: 40 años. Viuda y 5 hijos menores.
  10. Antonio Santiago: 33 años. Viuda embarazada y 4 hijos de 8,7,5 y 1 años.
  11. Benigno Asenjo: 23 años. Su padre falleció en el accidente (Bonifacio Asenjo).
  12. Bonifacio Asenjo: Viuda y 3 hijos, uno de ellos fallecido en el accidente.
  13. Carmelo Pérez: 29 años. Viuda y una hija de 3 años.
  14. Clemente Domínguez: 19 años.
  15. Cristóbal Ramos: 33 años. Viuda y 1 hijo de 1 año.
  16. Damián Yáñez: 34 años.
  17. Demetrio Borja: 34 años. Viuda e hijo.
  18. Domingo González: 17 años.
  19. Elipio Ríos: 40 años. Viuda y 4 hijos de 9,6,4 y 1 años.
  20. Evaristo Cerrato: 40 años. Viuda y 5 hijos de 12, 10, 8, 4 y 1 años.
  21. Felipe Gervasio Castillo: 18 años.
  22. Felipe Tundidor: 36 años. Viuda y tres hijos de 6 y 2 años y 2 meses
  23. Fernando Silva: 16 años.
  24. Francisco Herro: 19 años
  25. Francisco Nieto: 16 años.
  26. Francisco Pabón: 50 años. Viuda y tres hijos menores
  27. Francisco Rodríguez: 31 años. Viuda embarazada y 3 hijos de 6, 4 y 1 años.
  28. Francisco Sánchez: 28 años. Viuda y un hijo de 8 meses.
  29. Gonzalo Westermeyer: Viuda embarazada.
  30. Higinio Checa: 42 años. Viuda y 2 hijas de 8 años y 3 meses.
  31. Joaquín Capel: 44 años. Amancebada
  32. Joaquín Tirve: 47 años. Viuda e hijo de 6 años
  33. José Arias: 27 años. Amancebada
  34. José Asencio: 33 años. Viuda y 2 hijos de 6 y 2 años.
  35. José Blaisa: 25 años. Amancebada embarazada.
  36. José Fernández: 25 años
  37. José González: 16 años
  38. José González: 18 años.
  39. José González: 39 años. Viuda y 3 hijos de 11, 5, y 1 años.
  40. José López: 24 años. Viuda con una hija menor.
  41. José Martínez: 35 años.
  42. José Rumi: 19 años.
  43. Juan Antonio Gavilán: 39 años. Viuda y 5 hijos de 15, 13, 9, 4 y 1 años. Era el capataz del tajo.
  44. Juan Antonio Martínez: sin datos
  45. Juan Antonio Pueyo: 33 años. Viuda y 4 hijos de 7, 4, 2 y 1 años.
  46. Juan Carrión: 22 años.
  47. Juan Hidalgo: 40 años.
  48. Juan José López: 16 años. Vivía con una hermana, ambos huérfanos de padre y madre.
  49. Juan Lozano: 46 años. Viuda y 4 hijos de 22, 21, 17 y 5 años.
  50. Manuel Asensio: 17 años.
  51. Manuel Castro: 39 años. Viuda y dos hijas de 19 y 4 años
  52. Manuel Lillo: conocido como Benigno Lorenzo Sánchez
  53. Manuel Perales: 36 años. Viuda con 5 hijos de 11,8,7,5 y 1 años.
  54. Manuel Pérez: 45 años. Viuda y 3 hijos menores.
  55. Manuel Virola: 27 años. Viuda.
  56. Mateo Zapata: 38 años. Amancebada embarazada. Abandonado por su mujer e hija a los 7 meses de matrimonio.
  57. Rafael Sarmiento: 36 años. Viuda y 2 hijos de 10 y 8 años.
  58. Rafael Torres: 35 años. Viuda y 5 hijos de 11, 8, 7, 2 y una hija de 2 meses.
  59. Sebastián Martínez: 25 años. Viuda.
  60. Serafín Munuera: 17 años.
  61. Serafín Peláez: 25 años.
  62. Sergio Velada: 29 años.
  63. Vicente Jiménez: Viuda e hija de 2 años.

Heridos:

Manuel Crenes: casado con 3 hijos.

Ricardo Rodríguez


[1]    Vista de las instalaciones hacia la época del accidente. Extraida de ABC.

[2]    Actual Villanueva del Río y Minas, provincia de Sevilla, pueblo del que mi familia es natural

[3]    J.M. Sanchís Minas de la Reunión 1904. La mayor catástrofe minera de España.

[4]    La base demográfica de la población era heterogénea y así se rastrea hoy día a través de apellidos poco comunes en la Andalucía Occidental.

[5]    Inaugurado en 1879, sólo se conservan hoy las dos portadas del mismo.

[6]    Entre ellas, Sociedad Hullera Sevillana, Sociedad Toscana de Milán y numerosos empresarios individuales, tanto españoles como extranjeros: Napoleón Lionnet, Daniel Wanters, Rafael Laffite, y Edmund Thiéry, que sería, posteriormente, ingeniero jefe bajo MZA.

[7]    Como “No te fíes”, “Felicidad”, “El Betis”, o “Precaución”.

[8]    Familia de empresarios de origen judío alemán, asentados en Alemania, Austria, Francia e Inglaterra. El inversor en MZA debió ser James Mayer de Rothschild, jefe de la rama francesa de la familia

[9]    Edmund Thiéry-Duval, ingeniero y arrendatario de minas, trabajó en el trazado de los ferrocarriles de MZA desde 1856 y fue ingeniero jefe entre 1875-1897. Falleció en La Reunión en 1913, donde se halla enterrado.

[10]  Gas presente en las minas de carbón, compuesto de metano y otros gases, muy volátil y que provoca graves explosiones

[11]  Alexandre Tombelaine Lamaret, ingeniero de minas francés, fue ingeniero jefe de La Reunión entre mayo de 1901 y octubre de 1914

[12]  Antonio Maura Montaner, (1853-1925), abogado y político, fue cinco veces Presidente del Consejo de Ministros y una de las figuras clave de la política española conservadora de inicios del siglo XX.

[13]  Alejandro Lerroux García (1864-1949) periodista y político, fundó el Partido Radical, republicano y se dedicó a la agitación política de las masas obreras, gracias a un estilo demagogo y populista. Durante la II República fue ministro y presidente del gobierno. Salpicado por escándalos de corrupción como el del Estraperlo y el Asunto Nombela, perdió toda su credibilidad.

[14]  Jóvenes del Partido Radical que se dedicaban a realizar altercados callejeros contra la Iglesia, los “burgueses” y los enemigos de su partido.