Hace unos días fui a la firma de libros de un buen amigo con el que compartí estudios de ingeniería y como casi siempre últimamente me puse a darle vueltas a la cabeza sobre de que iba a escribir en mi próximo artículo.
A esto que el nombre de la novela («La Caida de los Trevorian», ed. Pentian) me hizo pensar en los mitos derribados por mi buen amigo Abel. Se había convertido en un claro ejemplo de hombre de ciencia apasionado por la literatura y por la creación literaria. Dejando claro, una vez más, que no por preferir los números ignoremos a las letras, cada uno en la medida de lo que puede o, en mi caso, de lo que su talento le permite.
En estas divagaciones estaba cuando intenté enfocar la película algo más en mi línea, es decir, sobre el deporte. Y además de una forma más personificada.
Muy fácil estos dias, después de que Fernando Alonso no terminara el Gran Premio de España de Fórmula Uno, Rafa Nadal perdiera la final del Master de tenis de Madrid y el Bernabéu cargara sus iras contra Iker Casillas y se especule con su salida. Si a esto le sumamos los calvarios de los últimos años sufridos por Pau Gasol en los Lakers y por Alberto Contador después del filete con Crembuterol y la retirada de David Cal, el deportista español con más medallas olímpicas, no me pude resistir a tratar de darle una vuelta de tuerca (con c, no con k) al asunto porque, queramos o no, estamos viviendo un cambio generacional en el deporte español. O, mejor dicho, estamos viviendo el fin de una generación de deportistas asombrosos, nacidos con los rescoldos de los Juegos del 92, para adentrarnos en una incertidumbre de la cual no se atisba su salida.
Y es que parece mentira, hace apenas 6 o 7 años, fin de semana tras fin de semana los éxitos de los deportistas nacionales monopolizaban las aperturas de los telediarios. Periodistas como Sergio Sauca o Jesús Álvarez podían sacar a relucir sus resplandecientes sonrisas mientras anunciaban un nuevo hito, convirtiéndose en la parte más deseada del noticiero.
Las portadas de los periódicos deportivos (ahora algo más amarillentas al no poder vender tanta alegría) abrían con amplios reportajes en los que relataban cada detalle del triunfo. ¡Ay!, que fácil es subirse a un barco cuando está nuevo e imponente y qué fácil es tirarse al mar en cuanto zozobra un poco (bien lo puede decir Francesco Schettino).
Pero no quiero aprovechar este artículo para que se convierta en una soflama a favor de unos cuantos cadáveres mediáticos, sino más bien aprovechar para analizar diferentes aspectos, ¿por qué el bajón deportivo? ¿No han sabido cuidarse? ¿Motivación? ¿Qué puede influir en sus fracasos profesionales?
Plano físico.
Desde luego lo primero que se suele decir de un deportista que empieza a atisbar su ocaso es que “ya no corre como antes”. Y por descontado que se trata de un factor fundamental pero la caída depende, en buena medida, más de los años de plenitud que de su cuidado posterior.
Cuando tu juego se basa en un despliegue físico sin paliativos, en cuanto el listón se baje levemente, todas las carencias salen a la luz. La experiencia es la que suele soldar esas carencias para minimizar el impacto del declive físico. El problema se acentúa cuando la curva de desgaste es demasiado pronunciada. Ahí ni Max Factor puede maquillar nada y el deportista empieza a pasar más tiempo de consulta médica que entrenando.
Plano mental.
Uno de los más fundamentales en el desarrollo de una carrera deportiva. No solo hay que ser bueno sino querer serlo y querer demostrarlo en cada jugada. La ambición es una de las mejores cualidades en un deportista de altísimo nivel. Solo los elegidos podrán llegar arriba y mantenerse y para ello el hambre de títulos es imprescindible. En muchas ocasiones, cuando ya se ve que no se puede competir igual que antes, hay que saber readaptarse a objetivos más asequibles que antaño. Será interesante, por ejemplo, ver a Cristiano Ronaldo como enfoca su carrera cuando no pueda marcar 50 goles todas las temporadas.
Ganar mucho durante mucho tiempo, dinero y títulos, hace que la relajación pueda aparecer. Y cuando llegue dicha relajación los jóvenes te pueden zampar.
A eso se le añade el hecho en sí de hacerse mayor. Toda persona va madurando con el paso de los años. Novia, mujer, hijos, van llegando a la vida o yéndose, dejando a su paso una distracción tan natural como irremediable. En algunos casos se puede hasta tirar una carrera deportiva espectacular y sino que le pregunten a Tiger Woods.
La desmotivación florece a la sombra de la comodidad. ¿Por qué hago esto?
Plano táctico.
Cuando uno está en la plenitud no hay quien le tosa. Por poco que le pudiera gustar al entrenador la forma de desenvolverse sobre la pista o el campo, es imposible que pueda ningunearte si rindes al cien por cien. Pero eso no será así para siempre. En cuanto tu ego se enfrenta al que debe tomar las decisiones tácticas, más te vale caerle bien al jefe de ambos. Porque como no sea así, dale una leve excusa y te sentará en el banquillo e incluso si lo hace sin que muestres tu mejor versión, quedará como un visionario por ser en primero en atisbar el declive.
Llevarse bien con el entrenador no siempre es posible, pero generalmente suele ocurrir cuando tu carrera va quemando etapas. Quizás porque ya conoces el oficio y callarse es más difícil pero este tipo de choques suele acabar mal para el deportista.
Plano económico.
Fundamental por varios aspectos. Primero porque al olvidarse de las estrecheces económicas desde algún tiempo atrás, se tiende a ver entrar billetes en la cuenta bancaria como el que contempla las cataratas del Iguazú. Ganar mucho dinero y tener poco tiempo para gastarlo, ese es el gran mal del deportista de alto nivel del que suele hablarle Marcelo Bielsa a sus jugadores. Millonarios prematuros. Y a veces se tiende a las excentricidades para compensar esa falta de tiempo. Salir en TV o en alguna película puede distraer durante la temporada de lo que debería ser el foco principal.
El segundo aspecto viene por parte del equipo. Si paga un sueldo de estrella quiere un rendimiento de estrella. El dinero no entiende de rachas.
Eso provoca que donde antes eras querido te puedas convertir en repudiado y se empiecen a dar directrices para provocar la salida, tanto a nivel interno del equipo como a nivel mediático. Si la prensa afín puede sacar algún trapo sucio para incomodar todos salimos ganando. Sobre todo si con eso se puede ahorrar el equipo unos cuantos milloncejos, mejor que mejor.
Plano emocional.
Ser un fan favourite hace que la afición salve cualquier bajada de rendimiento en post de la esperanza de mejorar. Los mitos nunca fallan y si lo hacen ya vendrá su redención en la siguiente oportunidad que pueda. Pero ese cheque en blanco de adoración no vale para siempre. No siempre los aficionados se levantarán a las cuatro de la mañana para ver alguna actuación de su estrella al otro lado del planeta. Ese tipo de sacrificios terminan cansando cuando dicha estrella no llega al nivel del que se espera y eso provoca estar más irascible ante cualquier fallo venidero.
El aficionado de a pie se cree que firma un contrato por el cual se compromete a hacer ciertos sacrificios personales por seguir contra viento y marea a sus deportistas favoritos a cambio de que estos den el callo competición tras competición, partido tras partido o carrera tras carrera. Y ese tipo de expectativas, son muy difíciles de cumplir.
Los Nuestros
Varias figuras monopolizan las grandes gestas del deporte español en la última década: Pau Gasol, Fernando Alonso, Rafael Nadal, Iker Casillas y, cuando llegan las olimpiadas, David Cal, son parte de una generación dorada.
Cada uno con sus claroscuros, eran alabados en cada portada en la que aparecían. Pero el tiempo ha pasado y cada uno se ha visto inmerso en sus propias luchas mediáticas de las que un aficionado objetivo podría sacar como conclusión que su mejor momento pasó hace ya algún tiempo.
Gasol ha tenido una gran temporada en Chicago, pero antes tuvo que padecer un semi-ostracismo durante dos años provocado en gran parte por su enfrentamiento con su entrenador de los Lakers, Mike D´Antoni. Sus problemas físicos no ayudaron y la maquinaria de la prensa local angelina atacó sin paliativos con el objetivo que no estuviera tan a gusto allí y consintiera un traspaso que ahorrara unos cuantos millones de dólares. Sin confianza y con mucha presión, de poco valían los dos títulos cosechados con anterioridad.
Nadal lleva varios años acuciados por las lesiones. Su despliegue físico en los años de su despegue le está pasando factura actualmente y debe ser capaz de reajustar su tenis a su tono físico actual. Al ser tenista inteligente no dudamos que ese proceso tardará poco en producirse, más cuando al prensa no ataca con tanta ferocidad. Principalmente al tratarse de un deporte individual que suele vender mayoritariamente con los grandes torneos y en la Copa Davis. Afronta su peor ranking ATP de los últimos 10 años con el número 7.
De Fernando Alonso poco se pude decir. Un hombre que hizo, junto a sus apoyos publicitarios, que un deporte que tenía una audiencia marginal en La 2, se convirtiera en uno de los más seguidos, domingo a domingo. Los dos títulos del mundo y los continuos elogios por parte de sus compañeros de profesión, en un mundo que no se caracteriza por enviar rosas salvo que estén envenenadas, lo sitúan como uno de los mejores de la parrilla.
Las últimas temporadas de Casillas se han convertido en una ruleta rusa. Desde alcanzar el campeonato del mundo en Sudáfrica, su beso a la periodista, actual esposa, que le entrevistaba después del partido, le ha pasado factura. Su choque con Mourinho, que lo utilizó dentro de su repertorio de excusas para no conseguir títulos, le ha costado pasar de ser santo a topo para una buena parte de la afición. Su alto sueldo y su bajada física le ha convertido en un contrato incómodo para el club que ya no se esfuerza demasiado en intentar bajar la presión sobre el meta. Entre tanto, levantó la décima. Algo que por mucho que quieran obviar será recordado en el tiempo mucho más que quien se quiere erigir como el salvador del madridismo a base de convertirse en su dictador.
Y en estas que se retira David Cal, para completar el año. El deportista con más medallas olímpicas en la historia de nuestro país. Un hombre que se ha dedicado en cuerpo y alma a su deporte, que amaba de manera íntima. Sin necesidad de ser imitado en sus peinados. Sin necesidad de firmar kayaks en la rotonda que da acceso a su centro de alto rendimiento.
Cada cuatro años estaba ahí. Comprometido con todo un país. Teniendo buenos gestos con los mismos medios que lo obviaban durante cada ciclo olímpico, por el bien de su deporte. Para promocionarlo y destacarlo. Para decir a los chavales y chavalas que los palistas también triunfan con esfuerzo. Para atestiguar que lo más importante es sentir muy dentro el deporte al que dedicarle una vida.
Él es el único que no seguirá escribiendo su leyenda. El único que le ha puesto punto final a una historia de éxito y esfuerzo adornada de oro y plata. El único que ya no disfrutaremos más deportivamente.
Los demás ahí siguen, terminando sus caminos igualmente exitosos pero con mucho que decir todavía. De cómo rubriquen su final depende de que su leyenda sea completa.
Carlos Sabaca (@casabaca)
Leave A Comment