Nadie había sido capaz de salir con vida de aquella selva. Los lugareños la recordaban allí desde tiempos inmemoriales, pero cada año parecía crecer y ocupar mayor extensión de terreno. Él por su parte, había aceptado el reto de descubrir el misterio.
Aquella noche, sin agua, sin comida y con un pie gangrenado se dio por vencido y se encomendó a la espesura de aquella jungla, tal había sido su deseo de dominarla y someterla, para hacerla suya.
Al amanecer se vio alto y fuerte, recibiendo los rayos del sol y el rocío de la mañana. Sus pies se hundían en el fértil suelo y su cabeza y extremidades superiores se alzaban hacia aquel astro de le daba la vida, saludándole mientras sus ramas se mecían al son del viento que danzaba entre él y el resto de sus hermanos.
Estibaliz Etxebarria
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