Hace dos años cuatro amigos se embarcaron en la aventura de publicar un libro en el que el humor socarrón, la ironía y situaciones cotidianas son los protagonistas de una particular Fiesta de la Primavera en Sevilla
Publicar no es fácil y en época de crisis y recortes, menos. La cultura es una de las primeras en ‘pagar el pato’ cuando se vive una época en la que se debe elegir. Por eso, lanzarse a esa aventura es arriesgado, aunque hay veces que hay apuestas que parecen seguras. El tesón y el talento hacen el resto. Creo que eso fue lo que hizo que surgiera Juerga Mater Hispalensis, un libro publicado por la editorial Jirones de azul, en el que cuatro amigos describen las vivencias de un grupo de ‘personajes tipo’ que deciden pasárselo bomba (o lo mejor posible aunque a veces no les salga bien, claro) en la fiesta de la primavera de Sevilla, acontecimiento ineludible donde se precie.
A tres de los autores de esta obra los conocen más que de sobra, de hecho, también esgrimen su pluma en Distopía. Se trata de Carlos Corredera, Francisco Huesa y Ricardo Rodríguez. El cuarto mosquetero es otro historiador más, Rubén Narváez, quien seguramente alguna vez se anime a poner por escrito algunas líneas para esta publicación. Seguro que no deja a nadie indiferente.
Hasta el momento se tienen que conformar con los artículos de ese trío de ases que supieron hacerme reír como hacía tiempo que no con las páginas de ese libro al que tengo tanto cariño, simplemente porque lo vi nacer y porque lo he visto dar sus primeros pasos. También crecer poco a poco, por eso pienso que el que no lo conozca seguramente debería darse un paseo por su más de treinta capítulos, sobre todo, si han podido disfrutar en vivo de esa fiesta universitaria por excelencia. Éste es el momento de rememorar aquella época con personajes que seguro han visto desfilar por su época de estudiante en la capital andaluza.
Como son tantos, les hablaré de mis favoritos. Siento una especial ternura por el ‘tío bueno’ de gimnasio. Puro bíceps, horas de trabajo le ha costado, pero también tierno cuando se trata de chicas. Tierno a su manera porque si puede te mete mano a la primera de cambio. Eso sí, tras estar buena parte de la tarde a pico y pala con tal de llevarte a su terreno. La oportunidad y las circunstancias de la vida hacen lo demás, lástima que luego la infraestructura no le acompañe. No estaba de Dios, cariño. Otra vez será.
Otra de mis debilidades se moriría por ser el power ranger rosa. Y además, ligarse al power ranger rojo o azul, que lo mismo da, que da lo mismo. Aunque ‘la flor descocada’ también tiene su corazoncito y haya decidido tras sufrir mucho en su vida que se la iba a poner por montera y que como diría Escarlara O´Hara: “después de todo, mañana será otro día”. La recompensa viene después.
Luego está ese tierno romántico al que le va como le va en el amor. Lástima lo de ser un caballero y no un castigador de nenas como otros. Aunque en una segunda parte de este libro lleno de humor con mayúsculas, seguro que triunfan los buenos. O no, porque las desgracias ajenas parece que siempre venden más.
Las chicas también tienen su sitio en el libro hecho por cuatro historiadores que se conocieron en la facultad y que pese a todo (muchas juergas, partidos de fútbol del Betis y el Sevilla, Ferias incluso hasta en Jerez, trabajos y el paso de los años) siguen siendo amigos. La tía buena, la moza del pueblo, la emigrante asiática…, aunque son dos las que sin duda recrean alguna etapa de las experiencias vitales de las féminas a las que los cuatro autores de Juerga Mater Hispalensis parecen conocer bien, aunque sin duda que les dirán que las mujeres siguen siendo un misterio insondable y lo que pasa por su cabeza más. Se trata de ‘La casta y pura’, simplemente por estar pendiente de la persona a la que quieres, estés enamorado o estés ‘colgado’. En ese sentido, también hay castos y puros, no se crean. No son tan duros como se pintan o como ellos se creen. Luego está ‘La niña de los ojos bonitos’, una chica acostumbrada a escuchar y a pensar en los demás, pero a la que a lo mejor hay que cuidar algo más. Y ahí lo dejo porque quiero que tengan la oportunidad de leer como yo esas páginas y disfrutar de ellas, de sus anécdotas, de sus personajes (con mucho mucho de realidad) y de recuerdos de juventud o de hace un rato. Se sorprenderán además de otra cosa, de la unidad en la obra, algo muy difícil cuando son cuatro las personas que se ponen a escribir. Cuatro que parecen uno. Así que ahora que acaba de llegar la primavera y que incluso hace buen tiempo, aprovechen mientras puedan, láncense a la lectura, porque la risa y hasta la crítica social las tienen garantizadas con este libro.
Noemí González
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