“El planeta de los simios” (Franklin J. Schaffner)
A finales de los años 60 del siglo XX, cuatro astronautas de la NASA son elegidos, tras presentarse voluntarios, para una viaje de ida (que no de vuelta) por el espacio. Su objetivo: encontrar algún planeta con rastro de vida fuera de La Tierra. El éxito de su empresa dependerá de dos circunstancias: la primera, que los postulados del doctor Otto Hasslein (un alter ego de un tal Albert Einstein, supongo que les suena) acerca de los viajes a través del espacio a la velocidad de la luz y el retraso en el envejecimiento por la diferente forma de pasar el tiempo sean ciertos; la segunda, que encuentren un planeta que sea capaz de albergar vida en cualquiera de sus infinitas formas.
Las dos circunstancias concurren, así que tres de los cuatro expedicionarios (la única mujer del grupo fallece durante el viaje por un error en el dispositivo de hibernación) llegan a un planeta con atmósfera y condiciones de habitabilidad suficientes.
Lo que allí descubrirán los dejará perplejos: parece ser que el orden natural que existe en La Tierra ha sido subvertido en ese planeta desconocido y son los monos los que han creado una civilización, mientras que los seres humanos han quedado reducidos a su mínima expresión en cuanto a cultura se refiere; como animales son cazados, esclavizados y masacrados por una especie superior en el orden y la cadena trófica: los monos.
¿Cómo saldrán estos viajeros del misterioso planeta? ¿Qué podrán hacer para intentar enfrentarse a los monos dominantes? ¿Qué oscuros secretos se guardan en el planeta de los simios?
Todas estas preguntas y más se hizo el escritor Pierre Boulle cuando unos años antes había publicado su novela homónima. Una novela que, a decir del mismo autor, no pasaba de ser una obra menor en la que no había depositado confianza alguna de éxito. Pero una novela que, incluso antes de ser publicada, había fascinado al productor Arthur P. Jacobs que se lanzó a la tarea de convencer a la Fox de que era un proyecto factible y asumible para la economía de una productora que no pasaba por sus mejores momentos en Hollywood. Jacobs se encontró con dos grandes escollos para la subvención del film: uno, el propio presidente de la Twentieth Century Fox, Richard D. Zanuck; el otro, que venía encadenado a este era el guión que Rod Sterling (creador de la famosa serie de televisión Dimensión desconocida) había adaptado tan magistralmente, donde había presentado una sociedad simia muy avanzada tecnológicamente y, por extensión, que exigía unos decorados tremendamente costosos.
Tras cambiar el guion y hacerse cargo del mismo Michael Wilson, con un cambio de civilización en la cual los simios vivieran en un estadio cultural poco avanzado; y una prueba de rodaje con algunos de los posibles protagonistas, la Fox se convenció y en 1968 la película era estrenada, convirtiéndose en un gran éxito de público desde el inicio.
El planeta de los simios no sería lo mismo sin su protagonista, un Charlton Heston que interpreta un buen papel metiéndose en la piel de George Taylor, un casi misántropo congénere que busca la oportunidad de una civilización mejor; sin su director, Franklin J. Schaffner, que nos da toda una lección de cómo dirigir un film que es, para un servidor, una obra maestra de lo que debe ser una película desasosegante; que con los planos cámara en mano y los movimientos de cámara rápidos del director crea un estado de incomodidad muy acorde con el tono de la película; sin su música, magistralmente dirigida por Jerry Goldsmith en otra muestra más de su innegable talento, y que es el complemento perfecto para los planos de los que hablábamos anteriormente, reduciendo la música en algunas partes de la película a una serie de “ruidos” que parecen no seguir un orden armónico concreto. Y, por supuesto, a su maquillaje, que fue creado por John Chambers (especialista en la creación de prótesis para los veteranos de guerra) junto con ochenta maquilladores que revolucionaron esta disciplina utilizando por primera vez las prótesis de látex para las máscaras de los simios, lo que daba verosimilitud y realismo a los gestos de los actores; que sufrían intentas sesiones de entre tres y seis horas de maquillaje para un resultado espectacular para la década de los sesenta. (Tanto es así que un motorista murió durante el rodaje de la película estupefacto al ver a tres “monos” conduciendo una camioneta hacia el set de rodaje).
A fin de cuentas, por todo esto y mucho más, El planeta de los simios se convirtió en un clásico de la Ciencia Ficción desde su estreno que provocó un auténtico aluvión de secuelas durante los años posteriores (cuatro, para ser exactos) además de una serie de televisión. Podemos, además, afirmar que junto con la obra maestra 2001, una odisea del espacio del maestro Kubrick (estrenada ese mismo año) serán dos de las grandes películas que eleven la Ciencia Ficción a un género con mayúsculas del Cine.
Su influencia es tal que uno de mis directores favoritos, Tim Burton, realizó su (para mi humilde opinión) peor película en el año 2001, motivado por hacer un remake de este clásico con el mismo título El planeta de los simios. Además, en 2011 pudimos asistir al estreno de una precuela: El origen del planeta de los simios (Rupert Wyatt), y estas mismas fechas podemos ver su continuación: El amanecer del planeta de los simios (Matt Reeves).
Una película especial para una etapa turbulenta de la historia de Estados Unidos (la Guerra de Vietnam, el movimiento pacifista y anti nuclear) que vino a enmarcarse dentro de una serie de films con trasfondo pacifista donde la que nos ocupa, así como El último hombre vivo (Boris Sagan, 1971) y protagonizada por el propio Heston, fueron dos claros exponentes.
Una película que habla de evolución y orígenes de la civilización; de Ciencia e inmovilismo.
Una película donde el simio es el hombre, y el hombre es el simio… a veces es bueno que nos muestren desde fuera y que veamos como espectadores hacia dónde deriva nuestro comportamiento. Hay situaciones en la película y acciones de los simios que nos repugnan; cabría preguntarse cómo es nuestro comportamiento como humanos, y si se asemeja al de los simios de la película.
Una película con un final que… No se puede comentar; simplemente se debe ver, porque merece la pena.
Carlos Corredera (@carloscr82)
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