La pasada noche del 15 de Julio de 2016 nos sorprendió a todos como un aldabonazo. De repente, la televisión se llenó con la noticia de que en Turquía, país miembro de la OTAN, puerta de atrás de la Vieja Europa, estaba teniendo lugar un intento de golpe de estado. Nada nuevo para un país que ha sufrido hasta cinco golpes de estado en las últimas décadas (1960, 1971,1980, 1997 y 2016) y que mira al futuro a sabiendas de que no será el último.
Pronto como una polvareda, se alzaron los viejos temores que durante generaciones han golpeado a Europa. Inestabilidad, guerras civiles, genocidios… la gente estaba asustada. Sobre todo teniendo en cuenta la enorme falta de información existente. O, más bien, de desinformación, pues por internet corrían diversas teorías acerca de la autoría del golpe, la situación del Presidente Erdogan, etc.
Lo cierto es que, en torno a las diez de la noche –hora española- aparecieron las primeras imágenes de soldados turcos cortando el acceso de los dos puentes principales de la ciudad de Estambul para cruzar el Bósforo. El golpe había iniciado y ya no cabía la posibilidad de echarse atrás:
Personal militar turco, cortando el acceso a los puentes. Los tanques están en el Bósforo (Reuters).
Viendo esto, enseguida me apresuré a coger el teléfono móvil en busca de la noticia. Me acordé que tenía un conocido turco que trabajaba en Estambul. Le había conocido hace unos años, pero desde hacía un tiempo había perdido el contacto con él. Confié en que no se hubiese producido el apagón y caída de redes sociales tan frecuente desde que el gobierno de Erdogan está en el poder.
El dios del periodismo –si es que existe- obró el milagro, concediéndome la gracia de hablar con él a través de WhatsApp. Mi amigo estaba totalmente estupefacto ante las noticias que salían por televisión. El presidente Erdogan, en directo en la CNN Turca y usando FaceTime, lanzó un poderoso y claro mensaje al pueblo turco: debía de salir y ocupar las calles en su defensa.
Aquí estamos ante una de las claves de la noche, la organización con la que Erdogan y las autoridades turcas incitaron al pueblo a salir a las calles. Y es que según mi amigo, podía escucharse a través de su ventana como una barahúnda de gente salía de sus casas, muchos armados con palos y cubiertos con banderas turcas, gritando consignas en apoyo del presidente.
El descontrol era total, ¿o tal vez no? Según mi contacto, este se quedó impresionado cuando justo debajo de su casa, un coche de la Policía turca vociferaba, a través de los altavoces de la patrulla, las directrices que debían obedecer los ciudadanos. En concreto, estos aleccionaban al pueblo a dirigirse al aeropuerto de Estambul, en aquel momento tomado por fuerzas militares insurrectas, para así poder liberarlo. Así mismo, desde los minaretes de las mezquitas el muecín llamaba a sus fieles a combatir la insurrección. Todo parecía tener un cierto tiente de organización deliberada y poco de improvisación. Pero vayamos a los golpistas, ¿quiénes son?, y sobre todo, ¿qué hicieron durante la noche?
La Facción Rebelde
Hacía justo unas semanas que Erdogan, en su intento por atribuirse cada vez más poder, había eliminado a gran parte de la cúpula militar turca. Esto junto con la deriva religiosa y democrática que estaba tomando el país, se cree que han sido los principales motivos para que una parte del ejército turco haya decidido alzarse en armas.
Por lo que sabemos, los militares rebeldes ocuparon los principales puentes de Estambul formando una barricada de tanques que impidiese a cualquier individuo, cruzar el Bósforo. En cuanto respecta a la capital turca, en Ankara podían verse volar de forma rasante cazas F-16 de la fuerza aérea y helicópteros de combate. Pronto, las fuerzas rebeldes se dirigieron por un lado hacia el Parlamento, donde tuvieron lugar un intercambio de disparos entre los militares y la policía. Así mismo, una fuerte explosión se produjo en las inmediaciones, acabando con la vida de al menos doce personas. Según testigos, los tanques rebeldes llegaron a abrir fuego sobre el Parlamento.
Por otro lado, grupos de soldados se dirigieron hacia el Palacio Presidencial con el objetivo de capturar al Presidente Erdogan. Sin embargo, no pudieron dar con él, por lo que al final de la noche acabarían siendo arrestados por las fuerzas leales al gobierno. Se sabe también que los golpistas secuestraron con éxito al Jefe del Estado Mayor, el general Hulusi Akar el cual, tras horas retenido, acabaría siendo finalmente liberado.
Por último, tras la emisión anteriormente citada por parte de la CNN turca de las declaraciones en directo del presidente Erdogan, elementos rebeldes armados entraron en la emisora, evitando así que pudiesen seguir propagando mensajes del gobierno. Sin embargo, ya era demasiado tarde como para parar la reacción de las masas. Ni los llamamientos a la población de permanecer en sus casas “por su propia seguridad” por parte de los militares golpistas serían suficientes para contenerlos. Sin embargo, hubo también muchas personas que ante el miedo de que estallase una guerra civil y no pudiesen salir de sus casas decidieron dirigirse hacia los supermercados y aprovisionarse.
¿Quién está detrás del golpe?
Erdogan, en sus declaraciones efectuadas por televisión, aprovechó para acusar desde un primer momento de la autoría del golpe a Fethullah Gülen, clérigo islamista creador del movimiento Hizmet. Hizmet, que significa “servicio” en turco, es un movimiento religioso cuya influencia está muy extendida en la sociedad turca, sobre todo entre jueces y militares, la cual aboga por un islam más abierto al contacto con otras religiones y culturas.
Desde 1999, Gülen vive exiliado en Estados Unidos debido a la oposición que desde el gobierno del AKP, existe ante sus ideas. El ejército turco, influido por el pensamiento de Gülen, ha ido perdiendo poder progresivamente en estos últimos años. Antes era una fuerza vigilante de las garantías constitucionales y presionaba a los diversos gobiernos con el objetivo de marcarle las pautas a seguir, los límites que no debían traspasar. Los militares siempre han sido kemalistas, es decir, partidarios del creador de la República Turca Mustafa Kemal Atatürk. Cabe anotar que las reformas que Atatürk impuso en Turquía para que sirviesen de transición desde un Imperio Otomano a la actual República son conocidas como “kemalismo”.
El kemalismo, muy resumidamente, implica una visión occidentalizada de la política. Aboga por una separación secular entre Islam y Estado, una reforma de la constitución más democrática y un apoyo a las ciencias y a la educación.
Obviamente estos valores chocan de pleno con lo que en la actualidad está aconteciendo en Turquía. Erdogan y su partido –creado por él mismo-, bajo la denominación de “Partido de la Justicia y el Desarrollo” (AKP), lleva gobernando Turquía desde prácticamente comienzos de este nuevo siglo.
Poco a poco, han ido limitando las libertades de expresión de los ciudadanos, provocando apagones informativos y censuras de las redes sociales tras los ataques terroristas acaecidos recientemente. Ha encarcelado a periodistas y demás disidentes al régimen y ha potenciado el ala islámica del gobierno, por lo que la separación entre religión y estado es una mera quimera. A consecuencia de esto, minorías como los homosexuales están siendo encarcelados. Por otro lado, Turquía ha permitido y colaborado con grupos rebeldes yihadistas para que acabasen con los kurdos. Este hecho propició que el vicepresidente norteamericano Joe Biden, el 22 de Noviembre de 2015, se reuniese con Erdogan en Ankara para forzarle a que pusiese fin a este doble juego.
El claro ejemplo de que Turquía ha caído en lo que podemos denominar con el clásico término de “República bananera”, fue la construcción del palacio presidencial realizado por Erdogan al más puro estilo de sultán otomano. Levantado en una reserva natural y a pesar de la expresa prohibición de la justicia turca, el palacio finalmente fue construido con un costo para el contribuyente turco de más de 600 millones de dólares.
Debido a esto, este golpe militar, o “mini golpe” como lo ha denominado el periodista italiano Antonio Ferrari, puesto que solo duró aproximadamente unas cuatro horas, es algo diferente a lo que estamos acostumbrados.
Las facciones rebeldes que se alzaron la noche del 15 de Julio, estaban imbuidas claramente por las ideas kemalistas de democracia y libertad anteriormente mencionadas. De hecho, desde la “Junta de Paz” rebelde defendieron el golpe bajo el objetivo de conseguir “la restauración del orden constitucional, de la democracia, de los derechos humanos y de la libertad”.
Estamos hablando de que parte del ejército se ha alzado para derrocar a un tirano que aunque se ampare en unas supuestas elecciones democráticas, ha perdido su legitimidad política desde el momento en que no ha respetado la regla más básica de todo régimen de derecho que se precie; esto es, la separación de poderes. En vez de esto, Erdogan está tratando de concentrar en su persona tanto el poder ejecutivo, legislativo como el judicial.
¿Por qué los golpistas no consiguieron sus objetivos?
Esta pregunta es difícil responderla debido a que el público general –entre el cual me incluyo- al final sabremos lo que ellos quieran que sepamos.
A pesar de esto, podemos dar algunas claves que contribuyeron de forma evidente a paralizar los planes del ejército. A saber:
- La división interna dentro de las propias filas del ejército. Esto se debe a la política llevada a cabo por Erdogan de colocar en los altos puestos de la cúpula militar a hombres afines al gobierno. Como consecuencia de ello, el alto mando militar turco se mantuvo en todo momento fiel al presidente. Por otro lado, se cree que algunos generales rebeldes que debían participar en el golpe se echaron para atrás en el último momento, lo que no contribuiría precisamente a llevar a cabo una actuación contundente por parte de los golpistas.
- El llamamiento de Erdogan a sus fieles. Como ya hemos explicado, Erdogan pidió a la población que saliese a las calles y marchase contra los rebeldes. La sociedad turca actual se encuentra totalmente dividida. No se dejen engañar por las noticias que pongan en la televisión. Aproximadamente el 50% de la población apoya las políticas del AKP mientras que el otro 50% restante es contrario a las mismas. El ejército sublevado, llamó a permanecer a la población civil en sus casas, cosa que solo cumplieron los detractores de Erdogan. De haber convocado también estos un llamamiento popular, ahora mismo podríamos estar hablando de un baño de sangre.
- El misterio del avión presidencial. Mucho se ha hablado de que Erdogan, en cuanto se enteró del golpe, se marchó a bordo de su “Gulfstream 4”. Algunos dicen que pidió asilo en Alemania y otros que lo hizo en Reino Unido. Sin embargo, esto parece poco probable puesto que el avión en el que viajaba no abandonó el espacio aéreo turco. ¿Cómo lo sabemos? Fundamentalmente gracias a que en todo momento, el avión presidencial voló con su transpondedor activo, lo que permitía que fuese identificado por radares tanto militares como civiles. Ahora nos surge la lógica pregunta, si esto es así, ¿por qué los cazas F-16 rebeldes no actuaron? ¿no querían detener al presidente y asegurarse así el éxito del golpe?
- El absoluto apoyo de la Policía al gobierno. Las fuerzas del orden, y en este caso concreto la policía jugaron un rol fundamental a la hora de explicar el fracaso del golpe. No solo dirigieron a los partidarios de Erdogan hacia los militares rebeldes sino que les dieron “apoyo armado” a estos últimos. Así mismo, una vez que estaba claro que el golpe había fracasado, detuvieron sistemáticamente a todos los implicados en el mismo. Muchos medios de comunicación extranjeros se mostraron sorprendidos ante la lealtad mostrada por la Policía turca ante el gobierno. Lo cierto es que, según una ciudadana turca de la cual no quiero revelar su nombre, esto sería debido a que muchos oficiales (al igual que sucede con una parte del ejército-) habrían ascendido fugazmente gracias al gobierno, quien de esta forma se aseguraría unas fuerzas policiales dóciles.
Conclusiones
Es muy pronto todavía como para tener una perspectiva histórica de los hechos recientemente acontecidos en Turquía. Sin embargo, podemos valorar las primeras reacciones realizadas por el gobierno. A menos de 24 horas después del coup d’état fallido, Erdogan ha encontrado la excusa perfecta para purgar todo aquel que se oponga a su poder. Debido a esto, han sido detenidos más de 2.839 militares, 2.745 miembros del Poder Judicial. Además, el gobierno avisa de que esto es solo el principio. Así mismo, se ha abierto el debate de instaurar en Turquía la pena de muerte para ejecutar a todos los cómplices en el golpe de Estado.
En cuanto al balance de víctimas mortales, se estima que las cuatro horas de golpe provocaron más de 1.400 heridos y 290 muertos. Entre estos últimos, 190 serían policías y civiles pro Erdogan y aproximadamente una centena entre los golpistas.
La celeridad con la cual el gobierno turco ha reaccionado y la escasa duración del golpe ha llevado a muchos a afirmar que se trataba de un ataque de falsa bandera. Es decir, que ha sido una maniobra orquestada o cuanto menos organizada desde el gobierno para acabar definitivamente con la oposición, utilizando así el pretexto del golpe fallido.
Sea verdad o no, lo cierto es que Occidente mira impasible a la violación de derechos sistemática que está ocurriendo una vez más en los márgenes de Europa –la primera vez tuvo lugar con la todavía activa guerra en Ucrania-. Este caso es aún más humillante si cabe teniendo en cuenta que Turquía es un miembro activo de la OTAN. Lo que nos lleva a pensar y con terror confirmar que a día de hoy las ideas de libertad, democracia y derechos acaban donde empieza la importancia geoestratégica de los países. Extraños tiempos los que nos tocan vivir.
José María García Núñez (@artal92)
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