Después de la dulce resaca musical de conciertos de los tres primeros días junto a las sesiones de DJs, no quedaba más opción que ir a por el segundo asalto del ciclo, diseñado para contentar a melómanos, curiosos y amantes de la fiesta.
Esta noche iba a ser más tranquila, tras la anterior del rock ecléctico de Belako y los aullidos de El Lobo en tu Puerta. Primero, llegó la talentosa Carmen Boza. Otro talento millenial, que surgió en su tiempo en Youtube y que no tardó en hacerse paso hasta los escenarios. En formato trío, estrenó su último disco, La Caja Negra. Frágil en apariencia, Carmen se desenvuelve consigo misma y su guitarra como una fiera del verso. No era de extrañar que para antes del concierto, jovencísimos fans hicieran cola para entrar, sin saber que el recinto ofrece visibilidad a raudales. Claro, que querían sentirla y oírla de cerca. “La vida Moderna”, “Mantra” y “Astillas” son materia casi tangible de lo que es Carmen Boza y el lirismo de su nuevo álbum. El final fue para “Poetas”, pero el premio del público fue para “Octubre”, uno de sus temas más clásicos. Nos gusta Carmen Boza, y a más de uno, sin banda; para algunos, con su guitarra a solas, a veces delicada, a veces enfurecida es donde esta artista gana enteros.
Más música de cantautor con El Meister, es decir, Javier Vielba, es decir, el number one de Corizonas y Arizona Baby. El también productor, inquieto y parlanchín de lo metafísico se presentó con una artillería potente y minimalista: Guitarras, un bombo con panderetas, un sintetizador para las bases y (oh, God!) un Theremin. Así fue como presentó en el ciclo su último EP editado hasta el momento, Fantasmagoría. No se quedó ahí todo, porque sacó del cajón de sus recuerdos las cintas que de pequeño tomaba prestadas de sus hermanos para realizar fantásticas versiones, como la de “Autosuficiencia”, de Parálisis Permanente. Gustaron sobre todo sus temas más (particularmente) folcóricos, y el fin, dejándonos con ganas de más, Autómatas, con un regusto muy eighties.
El 13 de junio teníamos otra cita internacional, y no la primera, ya que el Instituto Mexicano del Sonido todavía nos tenía boquiabiertos. Se trataba de una leyenda de la música, Peter Hook, y no es para menos, porque revolucionó el sonido del bajo con dos bandas, Joy Division y New Order, en las que fue también compositor con el resto del grupo de la inmensa mayoría de los temas. Al mediodía, en un céntrico hotel de Sevilla nos hizo unas declaraciones entre las que destacaron su consternación por el hecho de que New Order se haya reformado sin él o que estaba contento de haber aparecido aún en vida como personaje en el cine dos veces, en 24 Hour Party People y Control. También nos contó que no estaba de gira, sólo que le ofrecieron tocar en Nocturama y accedió, y que gracias a los dioses podía permitírselo. A los dioses y a su trabajo y talento, añadimos. Nos adelantó que el concierto iba a ser más “festivo”, recogiendo temas de sus dos bandas principales, y no álbumes completos, como hasta hace poco. El recital fue colosal, comenzando por el Punk de “No Love Lost”, de la época en la que Joy Division acababan de comenzar. Así, hasta siete temas de la primera banda de Peter Hook sonaron seguidos, con una banda que sonaba con fuerza y ganas. Le siguió la mucho mejor conocida “Digital”, en la que nos dimos mejor cuenta del asombroso parecido de la voz de Hook con la de Ian Curtis, cuya muerte fue la de Joy Division, pero ahí teníamos a Hook para revivirla. Y de siete temas de esta legendaria banda, pasábamos a territorios más electrónicos con otros siete de los no menos legendarios New Order, comenzando con “Age of Consent” y rápidamente al que podría haber sido un bis, “Blue Monday”. La desgracia se tornó magia en “Bizarre Love Triangle”. El sonido se estropeó casi al final de la canción una vez, y luego otra, hasta que en un tercer intento, Hook y The Light lograron acabarla. El accidente dejó a Hook solo ante el sonido de su micrófono sin percibirlo en ambas ocasiones, y al público coreando el estribillo del tema una vez y otra. Y es que parece que en Nocturama no hay momentos ni siquiera medianos. Para el final, el conjunto volvió a Joy Division, “Love Will Tear Us apart”. Ni pizca de nostalgia mal entendida, sólo música y la celebración de los tiempos que fueron y del momento que se vivía allí en el jardín del Casino de la Exposición.
Para la última noche, doble ración musical de nuevo, con un ambiente que no olía al fin del ciclo, sino a ganas de comenzar de una vez. Primero Riverboy, banda capitaneada por la voz de The Milkyway Express, que ha formado un grupazo con Sleepy James a la batería (también de The Milkyway Express, y La Mula Jam Band), Alejandro García al bajo (de Groal y Derby Motoreta’s Burrito Kachimba) y el guitarrista y el teclista de Quentin Gas & Los Zíngaros, Tera Bada y José Vaquerizo. Con relativamente poco tiempo juntos bajo el nombre de Riverboy, la banda estuvo magistral haciendo sonar su Country-Rock psicodélico. Lo de promesa ya se les viene corto. Ellos fueron los que tocaron en la inauguración para la prensa de Nocturama 2018, en un concierto semiacústico, donde muestran más sello autenticidad aún. Apostamos por ellos, pero es una apuesta segura. Si no, escuchen “Other Side”.
Y como todo tiene un fin, broche de oro de una casi irreconocible Christina Rosevinge. Nuestra madrileña de oro ha cambiado. Lo que era Pop y algo de Rock se ha revertido, dando lugar a una actitud más directa, cercana y salvaje de lo habitual sobre el escenario. Adiós a la (dentro de lo que cabe) languidez de antaño, que se echó de menos en “La Distancia Adecuada”. Christina Rosenvinge lo dio todo de corazón y de garras. Algo tendrá que ver Manuel Cabezalí, a la guitarra eléctrica, de Havalina, convertido ya en prestigioso músico de sesión y artista en solitario. En esta nueva gira estrenando Un Hombre Rubio, Christina ha dejado atrás su anterior etapa en solitario desde 2008, así que nada de Verano Fatal (aquel EP con Nacho Vegas) o clásicos como “A Liar to Love”, “Glue”… El repertorio, entonces, se centró en su último álbum antes mencionado, y su anterior, Lo Nuestro (2015), con algo de La Joven Dolores (2011) y Tu Labio Superior (2008), y lo hizo con una Christina desatada, mimando al público. El final fue mágico: “Afónico”, “La Piedra Angular” y “La Absoluta Nada” nos dejó con la boca abierta por su puesta en escena. Obligados quedamos a mencionar que la artista pidió a alguien del público para bailar un vals (“La Piedra Angular”) sobre el escenario. Un atrevido y ya envidiado por muchos se encargó. Esta no es otra Christina Rosenvinge, es ella al cuadrado.
Con sesión de DJ y mucha gente, como las demás noches, bailando junto a la barra acabó el ciclo, que en el mejor de los sentidos no parecía tener fin. Nocturama 2018 ha sabido ser exitoso en público y crítica. El ciclo ha ganado juventud con su nuevo emplazamiento y su selección siempre ecléctica y satisfactoria. De este modo, se abrió, como te adelantamos, la puerta del verano musical en la capital. Y si nos dan a elegir entre sus tres primeras noches y estas tres últimas, repetimos, nos quedamos con las dos. Queremos más, y valdrá la pena cualquier espera.
Antonio Jesús Reyes (@AntonioJesusRe)
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